Introducción
En el libro El
Origen de las Especies, Darwin reiteradamente critica el estatus científico
de la entonces famosa "teoría de la Creación". Con frecuencia no le
iba bien delante de sus rivales creacionistas no sólo por su incapacidad de dar
explicaciones para ciertos datos biológicos, sino también para ofrecer
explicaciones científicas en general. De hecho, algunos de los argumentos de
Darwin para la descendencia con modificación dependían, no en hechos
recientemente descubiertos y desconocidos para los creacionistas, sino mas bien
en hechos como la progresión fósil, la homología y la distribución
biogeográfica que no tenían ni obstaculizados ni perplejos a los creacionistas,
pero que, en opinión de Darwin, los creacionistas no podían explicar de una
manera científicamente correcta [1]. Lo que Darwin planteaba en su ataque
contra el creacionismo era que no era solo la "adecuación empírica"
de las teorías creacionistas vigentes en ese momento lo que les debería dar
legitimidad, sino más bien la adecuación metodológica (y, por tanto,
científica). Así, Darwin enfáticamente desestima la explicación creacionista de
la homología, por ejemplo, diciendo "eso no es una explicación científica." [2]
Subyacente al rechazo de Darwin a la legitimidad del
creacionismo yacía una concepción totalmente diferente de la ciencia que había
prevalecido entre naturalistas [3]. Los ataques de Darwin a sus oponentes
creacionistas e idealistas en parte expresaban y establecían un “epistema”
emergente en el cual la mera mención de “actos de divinidad” o “plan de la
creación” servirían cada vez más a menudo para desacreditar a estas teorías de
ser consideradas como ciencia qua ciencia. Esta separación entre la teología y
la ciencia, y la redefinición de ciencia que implica, estaba justificada no
tanto por un argumento sino más bien por un supuesto implícito acerca de los
rasgos que “deberían” ser característicos de todas las teorías
científicas—rasgos que presumiblemente podrían distinguir a una teoría de otra
que es adecuadamente científica (es decir, positivista [4]) libre de vínculos a
amarres metafísicos o teológicos no deseados. Así, tanto en su libro principal
y en cartas posteriores, Darwin se encuentra invocando una serie de ideas sobre
lo que constituye una explicación científica adecuada con el fin de
caracterizar las teorías creacionistas como inherentemente "no científicas".
Para Darwin, en principio, la ilegitimidad del creacionismo se demostró por
deficiencias percibidas en su método de investigación, tales como su falta de
explicación por referencia a una ley natural, y el postulado de causas inobservables
y entidades explicativas como la mente, el propósito o "el plan de la
creación" [5].
Los futuros defensores del darwinismo se explayarán en
esta estrategia [6]. A lo largo del siglo XX, los que trataban de defender las
teorías evolucionistas naturalistas del desafío de cualquier otra teoría de
los orígenes que no sea naturalista a menudo han invocado varias normas de la
práctica científica. Estas normas usualmente han derivado de la filosofía de la
ciencia, más particularmente de los positivistas lógicos o los neo-positivistas
(como Sir Karl Popper o Carl Hempel). Tanto el estándar positivista de
verificabilidad y las normas neopositivistas de falsabilidad y de explicación basada
en leyes han funcionado como referentes metodológicos o "criterios de
demarcación" para medir y encontrar deficiencias, en todas las teorías de
la creación o incluso en las teorías de diseño inteligente. Estas teorías han
sido declaradas "poco científic[as] por definición" por numerosos
motivos filosóficos y metodológicos.
El uso por parte de los biólogos evolutivos de los
llamados principios de demarcación—es decir, supuestos que pretenden distinguir
la ciencia de la pseudociencia, la metafísica o la religión—es a la vez irónico
y problemático desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia. Es
irónico, porque muchos de los criterios de delimitación que se han utilizado en
contra de las teorías no-naturalistas de los orígenes se pueden implementar de
la misma forma contra las teorías evolutivas estrictamente naturalistas. De
hecho, existe todo un corpus de literatura dedicado a evaluar si el
neodarwinismo, con sus dimensiones distintivamente probabilísticas e
históricas, es realmente científico cuando es medido a través de diversas
concepciones de la ciencia. [7] Algunos se han preguntado si el uso de la
explicación narrativa en la biología evolutiva constituye un punto de partida
desde donde se puede cuestionar su dependencia estricta de una ley natural.
Otros se han preguntado si el neodarwinismo es falsable, o si se hace
predicciones verdaderas o al menos arriesgadas. En 1974, Sir Karl Popper
declaró que la teoría de la evolución neodarwiniana es "incontrastable" y la clasificó como un "programa de
investigación metafísico." Mientras que más tarde hizo una revisión de
su juicio anterior, lo hizo sólo después
que liberalizó su noción falsabilidad para permitir una noción más
débil, una "falsabilidad en principio", a fin de que sirva como estándar de estatus científico.
El uso de
argumentos de demarcación para resolver la controversia sobre los origenes
también es problemático porque toda la empresa de la demarcación ahora ha caído
en el descrédito. Los intentos de encontrar "invariantes" metodológicos
que proporcionen un conjunto de condiciones necesarias y suficientes para
distinguir la verdadera ciencia de la pseudociencia han sido vanos [8]. La mayoría
de los filósofos de la ciencia ahora reconocen que ni la verificabilidad, ni la
falsabilidad, ni el uso de explicaciones basadas en leyes (ni ningún otro
criterio) puede ser suficiente para definir la práctica científica. Como Laudan
dice, "Si queremos estar de pie en el lado de la razón, debemos abandonar
términos como 'pseudociencia' ... esto hace que el trabajo se vuelva una
cuestión de emociones para nosotros." [9]
Sin embargo, los argumentos filosóficos sobre lo que hace
o deja de constituir a la ciencia siguen desempeñando un papel fundamental a la
hora de persuadir biólogos de que no pueden existir explicaciones científicas
alternativas para el origen de las formas biológicas y sus estructuras. De
hecho, los criterios de demarcación siguen siendo citados por los biólogos
modernos como razones para desacreditar a la posibilidad del diseño inteligente
como una teoría de la origines.[10]
Este ensayo abordará el caso contra el estatus científico
del diseño inteligente. Se examinarán varios de los criterios metodológicos que
se han usado como medio para distinguir el estatus científico de las teorías
evolucionistas naturalistas de aquellas teorías no-naturalistas como el diseño
inteligente, la creación especial, la creación progresiva y la evolución
teísta. Voy a argumentar que los intentos de hacer distinciones de estatus
científico a priori por razones metodológicas inevitablemente terminan fallando,
y en lugar ello existe una equivalencia general de método entre estos dos
enfoques sobre los orígenes que se encuentran en competencia. Al
hacer esto, voy a tratar de arrojar luz sobre la cuestión específica de si una
teoría científica del diseño inteligente se podría formular, o si las
objeciones metodológicas dejan a esta posibilidad “auto-contradictoria y sin
sentido" como Ruse, Stent, Gould y otros han afirmado (de, al menos, el
creacionismo científico).[11] A lo largo de este trabajo, voy a utilizar los
términos aliterados "diseño" y "de descendencia" como una
abreviatura conveniente distinguir (a) teorías que invocan la acción causal
eficiente de un agente inteligente (ya sea divina o no) como parte de la
explicación para el origen de la forma biológica y la complejidad, de aquellas
(b) teorías (como la de Darwin basada en "descendencia con
modificación") que se sustentan exclusivamente en los procesos
naturalistas para explicar el origen de la forma biológica y la complejidad.
A modo de calificación, hay que señalar que por defender
la legitimidad metodológica y científica del diseño inteligente, este capítulo
no pretende rehabilitar la biología empíricamente inadecuada de muchos
creacionistas del siglo XIX o su creencia en la fijeza absoluta de las
especies; ni se intenta respaldar la moderna geología de la tierra joven. El
siguiente análisis se refiere a la legitimidad metodológica del principio del
diseño en si, como se definió anteriormente, no la adecuación empírica de las
teorías específicas que podrían invocar al diseño inteligente en el proceso de
hacer otras afirmaciones empíricas.
[Vea la parte II haciendo clic en este enlace]
[Vea la parte II haciendo clic en este enlace]
Autor: Stephen C. Meyer. Tiene un Ph. D. en historia y filosofía de la ciencia de Cambridge University. Es director del Centro de Cultura y Ciencia del Discovery Institute.
Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNT, Argentina.
Fuente: http://www.discovery.org/a/2834
REFERENCIAS
[1] W.M.
Ho, Methodological Issues in Evolutionary
Theory (Unpublished Ph.D. dissertation from the University of Oxford,
Oxford, England, 1965), pp. 8-68.
[2] Charles
Darwin, The Origin of Species by Means of
Natural Selection (1859. Reimpresión. Harmondsworth: Penguin Books, 1984),
p. 334; N.C. Gillespie, Charles Darwin
and the Problem with Creation (Chicago: University of Chicago Press, 1979),
pp. 67-81.
[3] Gillespie,
Charles Darwin and the Problem, pp.
1-18, 41-66, 146-56.
[4] Aquí no me refiero al “positivismo lógico” de A.J. Ayer y el círculo de Viena que no
apareció hasta 1920, sino más bien a un positivismo genérico que empezó a
influenciar sobre los científicos en el siglo XIX. Véase Gillespie, Charles
Darwin and the Problem, pp. 41-66, esp. 54, 167
[5] Darwin, Origin
of Species, pp. 201, 430, 453; V. Kavalovski, "The Vera Causa Principle: A Historico-Philosophical Study of a
Meta-Theoretical Concept from Newton through Darwin" (Una disertación
Ph.D. no publicada de la Universidad de Chicago, Chicago, Illinois, 1974), pp.
104-29.
[6] M.
Ruse, Darwinism Defended: A Guide to the
Evolution Controversies (London: Addison? Wesley, 1982), pp. 59, 131-40,
322-24; M. Ruse, "Creation Science Is Not Science," en Science, Technology and Human Values 7,
no. 40 (1982): 72-78; M. Ruse, "A Philosopher's Day in Court," en But Is It Science? The Philosophical
Question in the Creation/Evolution Controversy, editado por M. Ruse
(Buffalo: Prometheus Books, 1988) pp. 13-38; M. Ruse, "Witness Testimony
Sheet: McLean v. Arkansas," en But
Is It Science, pp. 287-306, esp. 301; M. Ruse, "They're Here!" Bookwatch Reviews 2 (1989): 4; M. Ruse,
"Darwinism: Philosophical Preference, Scientific Inference, and Good
Research Strategy," en Darwinism:
Science or Philosophy, editado por J. Buell y V. Hearn (Richardson:
Foundation for Thought and Ethics, 1994), pp. 21-28; S.J. Gould, "Genesis
and Geology," en Science and
Creationism, editado por A. Montagu (New York: Oxford University Press,
1984), pp. 126-35; G.S. Stent, "Scientific Creationism: Nemesis of
Sociobiology," in Science and
Creationism, pp. 136-41; R. Root? Bernstein, "On Defining a Scientific
Theory: Creationism Considered," en Science
and Creationism, pp. 64-94; P.L. Quinn, "The Philosopher of Science as
Expert Witness," en But Is It
Science, pp. 367-85; L. Laudan, "Science at the Bar: Causes for
Concern," en But Is It Science,
pp. 351-55; A.D. Kline, "Theories, Facts, and Gods: Philosophical Aspects
of the Creation-Evolution Controversy," en Did the Devil Make Darwin Do It, editado por D.B. Wilson (Ames:
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Creationism (Cambridge: MIT Press, 1982), pp. 45-54, 126-27, 175-76.
[7] M.
Scriven, "Explanation and Prediction in Evolutionary Theory," Science 130 (1959): pp. 477-82; P.T.
Saunders and M.W. Ho, "Is Neo-Darwinism Falsifiable? And Does It
Matter?" Nature and System 4
(1982): 179-96; K. Popper, Unending Quest
(London: William Collins and Sons, 1974), pp. 167-75.
[8] L.
Laudan, "The Demise of the Demarcation Problem," en But Is It Science?, pp. 337-50.
[9] Laudan,
"Demise of the Demarcation Problem," p. 349.
[10] Ruse,
Darwinism Defended, pp. 59, 131-140,
322-24; Ruse, "Creation Science Is Not Science," pp. 72-78; Ruse,
"Philosopher's Day in Court," 13-38; Ruse, "Witness Testimony
Sheet," pp. 287-306, esp. 301; Ruse, "They're Here!" Gould,
"Genesis and Geology." Ruse, "Darwinism," pp. 21-28; Stent,
"Scientific Creationism: Nemesis of Sociobiology," pp. 136-141;
Root-Bernstein, "On Defining a Scientific Theory," pp. 64-94; Quinn,
"The Philosopher of Science," pp. 367-85; Laudan, "Science at
the Bar"; Kline, "Theories, Facts, and Gods," pp. 37-44;
Futuyma, Science on Trial, pp. 161-174; Skoog, "A View from the
Past," pp. 1-2; Gould, "Evolution as Fact and Theory," in
Science and Creationism, pp. 118-121; Kitcher, Abusing Science, pp. 45-54,
126-27, 175-76.
[11] Ruse,
"Creation Science Is Not Science," pp. 322-24; Stent,
"Scientific Creationism: Nemesis of Sociobiology," pp. 137; Gould,
"Evolution as Fact and Theory," en Science and Creationism, p. 118.
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