2013-02-13

Juicio de Kitzmiller: ¿El flagelo bacteriano refutado? Respuesta al debil argumento de Ken Miller (PARTE II) —Casey Luskin


                                Vea la parte I haciendo click AQUÍ

Como ejemplo ilustrativo: el auto.

A fin de entender como el test de Miller falla al aplicarse a lo formulado por Behe sobre la complejidad irreductible, considere el ejemplo de un motor de auto y un tornillo. Un motor de auto contiene varias clases de tornillos y un tornillo puede ser visto como una pequeña “sub-parte” o “sub-sistema” del motor del auto. Bajo la lógica de Miller, si un tornillo esencial del motor de mi auto cumple también alguna otra función, tal vez como asa o agarradera, esto significa que todo el sistema del motor no es irreduciblemente complejo. Un argumento como el tal es obviamente falaz.

Al determinar si un motor es irreduciblemente complejo, uno debe enfocarse en la función del motor en sí mismo, no en la función de alguna sub-parte que pudiera operar en otro lugar. Es obvio que un tornillo fuera de mi motor puede cumplir algún otro propósito en mi auto. Sin embargo esa observación no explica cómo componentes de elevada complejidad como pistones, cilindros, árbol de levas, válvulas, cigüeñal, bujías, el distribuidor, pudieron conectarse entre ellos en la configuración apropiada a fin de construir un motor de auto. Aún si todas estas partes desempeñaran algún otro rol en el auto (lo cual es dudoso), ¿Cómo es que estas partes fueron ensambladas apropiadamente para construir un motor funcional? La respuesta precisa de Diseño Inteligente.

Behe plantea que un sistema es irreduciblemente complejo si el sistema deja de funcionar con la remoción de una parte. Es un test apropiado para la teoría de Darwin ya que genera la pregunta ¿Es este el mínimo nivel de complejidad que se necesita para que el sistema sea funcional? Mi motor de auto contiene un conjunto de partes necesarias en orden de función. La habilidad que tiene un tornillo del motor como para funcionar también como un asa o agarradera no refuta a la disposición irreduciblemente compleja de las partes, necesaria para hacer funcional al sistema final del motor. Behe nunca sugiere que los sub-sistemas no puedan desempeñar otro rol en la célula— de hecho el sugiere lo contrario. Más bien Behe simplemente arguye que la evolución precisa que el sistema total deba ser producido en pequeñas y sucesivas etapas, en donde cada etapa es funcional.  

Miller caracterizó erróneamente a la complejidad irreductible, y su test de evaluación es muy pobre a la hora de refutarla. El test de complejidad irreductible no pregunta “¿Puede una pequeña parte del macrosistema ser usada para alguna otra cosa?” como Miller plantea, sino que más bien pregunta “¿Puede el sistema como un todo ser construido en un proceso de varias etapas en el cual no se necesiten modificaciones no-pequeñas para alcanzar la función final?” cualquier modificación no-pequeña en la complejidad precisada para ir desde una sub-parte funcional que opera fuera del sistema final, hacia el sistema final, entero y funcional, representa la complejidad irreductible de un sistema.

Aún si Miller se diera con que cada parte del flagelo existió en algún otro lugar de la bacteria (lo cual no ocurre en la realidad —él solo puede referirse al cuerpo basal, que contiene aproximadamente 1/4 de las proteínas del flagelo) Miller no está dando evidencia plausible acerca de la evolución del flagelo hasta que haya explicado cómo todas las partes flagelares pudieron haberse agrupado y configurado como para formar un flagelo funcional. Solo después de esto Miller puede afirmar que el flagelo bacteriano no es irreduciblemente complejo.

Otras autoridades concuerdan con Behe.
En Dembski’s Expert Rebuttal William Dembski capta la esencia del problema con la definición y la mala evaluación de Miller sobre la CI:


“Encontrar un sub-sistema de un sistema funcional, que desempeñe otra función es difícilmente un argumento que pruebe que el sistema original evolucionó de otro sistema. Uno podría afirmar que por el hecho de que el motor de una motocicleta puede ser usado como una batidora, por consiguiente el motor [de la batidora] evolucionó en una motocicleta. Tal vez, pero no sin diseño inteligente. Efectivamente, sistemas funcionales multi-parte e integrados herméticamente contienen casi de forma invariable sub-sistemas multi-parte que cumplen alguna función diferente. En el mejor de los casos la TTSS [Sistema de Secreción de Tipo III] representa una posible etapa en la evolución indirecta del flagelo bacteriano. Pero tal no constituiría una solución al problema del flagelo bacteriano. Lo que se necesita es una secuencia evolutiva completa y no meramente un posible oasis a lo largo del camino. Afirmar lo contrario sería como decir que podemos viajar a pie desde Los Angeles hasta Japón porque descubrimos las Islas Hawai. La Biología Evolutiva enfrenta un problema más grande que ese”.


Aunque Miller describió cómo podría haberse originado apenas una fracción de las piezas flagelares, Scott A. Minnich y Stephen C. Meyer explican que la mera disponibilidad de las partes es insuficiente para explicar la evolución de un sistema:


“Aún si todas las piezas proteínicas estuvieron de algún modo disponibles a la hora de construir un flagelo en el pasado, durante la evolución de la vida, las piezas necesitarían ser ensambladas en la secuencia temporal correcta  así como un auto es ensamblado en una fábrica. Aún, para coreografiar el ensamblaje de las partes del motor flagelar, las bacterias de la actualidad necesitan un sistema elaborado de instrucciones génicas así como también muchas otras maquinas proteicas para hacer cumplir las instrucciones de ensamblaje. Razonablemente, el sistema en sí mismo es irreduciblemente complejo. En cualquier caso, el argumento de la co-opcion presupone tácitamente la necesidad de que muchas cosas sean explicadas —un sistema de proteínas funcionalmente interdependiente (16)”.

De forma similar el filósofo Angus Menuge traza un numero de obstáculos que deben ser superados por las explicaciones de “co-opcion” o “exaptación”, ninguno de los cuales fueron mencionados por Miller durante el juicio. Menuge escribe:
“Para que un flagelo funcional haya surgido por exaptación , debemos antes enfrentar a las cinco condiciones siguientes:

C1: Disponibilidad. Entre las partes disponibles para la elaboración del flagelo, se necesitarían unas capaces de realizar funciones altamente especializadas como el empuje, rotor, y motor, aunque los ítems mencionados tengan o no otra función.

C2: Sincronización. La disponibilidad de estas partes debería estar sincronizada de tal manera que en algún punto, individualmente o en combinación, todas deben estar disponibles al mismo tiempo.

C3: Localización. Todas las partes seleccionadas deben aparecer en el mismo “sitio de construcción”, tal vez no simultáneamente, pero si en el tiempo en el que sean necesitadas.  

C4: Coordinación. Las partes deben estar coordinadas solo en la dirección correcta: aún si todas las partes del flagelo estuviesen disponibles en el tiempo correcto, es claro que la mayoría de las vías de ensamblaje los hará no-funcionales o irrelevantes.

C5: Compatibilidad de Interface. Las partes deben ser mutuamente compatibles, esto es, “adecuadamente ensambladas”, capaces de interactuar correctamente: aún si el empuje, el rotor y el motor son colocados en el orden correcto, también necesitan tener una interface correcta (17)”.

 

William Dembski toma un enfoque similar al de Menuge. Dembski combina efectivamente algunos de los criterios de Menuge en orden de desarrollo con el propósito de calcular la probabilidad de construcción de un objetivo irreduciblemente complejo. Para calcular la probabilidad de un “objetivo discreto y combinado” uno debe tener en cuenta la probabilidad de que las partes se hayan originado, la probabilidad de encontrar a las partes todas en el lugar precisado, y la probabilidad de que las partes configuren entre sí.

(18)

 Es claro que Miller se dio con que la probabilidad de origen de 1/4 de las proteínas flagelares es de 1/1 si la TTSS (o tal vez una estructura similar) existió antes que el flagelo. Sin embargo no hizo referencia al origen de las restantes proteínas flagelares, ni señalo tampoco la Plocal o la Pconfig en su escenario evolutivo. A la luz del criterio de Menuge y de Dembski, es más que necesario pedir a Miller que dé respuestas a las siguientes preguntas:

— ¿Qué funciones fueron desempeñadas por el empuje, el rotor, o el motor además las flagelares? (En el juicio Miller explicó solo la función del cuerpo basal del flagelo aludiendo a la TTSS, pero dejó sin explicar las porciones motorizadas más complejas y vitales del flagelo).

— ¿Cómo fueron sincronizadas las partes del flagelo? (En el juicio, Miller nunca discutió esto)

— ¿Cómo es que las partes llegaron a localizarse en el mismo sitio de construcción? (En el juicio, Miller nunca trato esta cuestión).

— ¿Cómo es que las partes llegaron a estar estructuralmente coordinadas e  interactuar cuando fueron ensambladas para realizar la función flagelar? (Y otra vez, Miller no toco este tema).

En el juicio, Miller nunca respondió a estas preguntas importantes. En su lugar, presento una evaluación exterior de la complejidad irreductible a través de la cual convenció al Juez de algo que no puede ni remotamente arrimarse a una evidencia sobre cómo pudo el flagelo haber evolucionado.

Una analogía final: El Arco

La respuesta de Miller sobre el flagelo bacteriano no refuta su complejidad irreductible, ya que Miller no señala nada acerca de cómo pudo surgir el sistema flagelar final. Aunque existan otras funciones para la TTSS, eso no implica que el sistema flagelar no necesite de saltos largos de complejidad (en términos darwinianos, modificaciones no-pequeñas) en el camino a la producción de un flagelo funcional. A fin de usar una analogía final para mostrar la deficiencia de la explicación de Miller, considere mi intento de construir un arco irreduciblemente complejo:



(Nota: debido al propósito de la ilustración, yo ignoro temporalmente la objeción de que un arco irreduciblemente complejo pudo haberse producido a través de procesos erosivos naturales. Estoy consciente de lo poco apropiada de esta analogía dentro del campo biológico, pero no es el propósito presente de esta discusión refutar tal objeción).

De acuerdo con Miller, si podemos encontrar una función para alguna sub-pieza, entonces el sistema ya no es irreduciblemente complejo. Bien, ahora rompamos este arco en sub-piezas:



Correcta evaluación de la complejidad irreductible.
La evaluación de Miller es muy simple, superficial y personal. Para ser correcta debería haberse escrito de esta forma:


“La predicción que hace Behe es que un sistema irreduciblemente complejo, se revelará a través de algún estado no funcional a lo largo su camino evolutivo. Por consiguiente, debiéramos ser capaces de tomar el flagelo bacteriano, por ejemplo, remover alguna parte, y descubrir que el sistema cesa de trabajar”.


El testimonio de Miller y la conclusión del Juez Jones se basan en un falso testeo de la complejidad irreductible el cual se encuentra enfocado en la funcionalidad de una sub-parte, y no en la funcionalidad del sistema flagelar entero. Si Miller pudiera encontrar funciones paralelas para todos los sub-sistemas flagelares, al menos habría logrado algún progreso en la explicación evolutiva, ya que habría satisfecho el primer criterio de Menuge referido a la “Disponibilidad” (C1). Sin embargo, como Minnich y Meyer preguntan:


“Las otras treinta proteínas del motor flagelar (las cuales no se encuentran presentes en la TTSS) son únicas del motor y no se encuentran en sistemas de otros organismos. Entonces, ¿de dónde co-optaron estas partes proteicas?”


Miller no respondió a esta pregunta. Tal como se establece, Miller pudo proveer solo a la TTSS como evidencia de la evolución del flagelo, y únicamente señaló la disponibilidad de 1/4 del primer criterio de Menuge. Ignorando el hecho de que probablemente la TTSS evolucionó del flagelo, y no de la otra forma, si Miller pudiera registrar la disponibilidad (C1) de todas las partes del flagelo luego tendría que simplemente explicar la Sincronización (C2), Localización (C3), Coordinación (C4), y la Compatibilidad de Interface (C5) para recién hablar de evolución del flagelo; siempre eliminando la necesidad de modificaciones “no-pequeñas” a lo largo del camino evolutivo.

Pero Miller no hizo nada de esto. A pesar de la insuficiencia de las explicaciones de Miller, el Juez Jones decidió que las los argumentos del Dr. Kenneth Miller y sus declaraciones poco exactas sobre la complejidad irreductible eran correctas. Se decidió esto incluso ante el hecho de que el Dr. Scott Minnich, un microbiólogo pro-DI experto en el flagelo, testifico arduamente durante el juicio acerca de cómo su propia evaluación demuestra la complejidad irreductible natural del flagelo. Considere el testimonio de Minnich, el cual fue ignorado completamente por el juez durante la decisión de Kitzmiller:


“Trabajo con el flagelo bacteriano, e investigo principalmente sobre la función de este, por ejemplo, exponiendo células a agentes o compuestos mutagenicos  y luego registrando aquellas células que han atenuado o perdido su motilidad. Ese es su fenotipo. Las células pueden o no nadar. Nosotros mutagenizamos a las células: si afectamos a un gen que está implicado en el funcionamiento del flagelo, estas no pueden nadar, lo cual es un fenotipo registrable que usamos. Luego se emplea ingeniería inversa para identificar todos estos genes. Complementamos esto con bioquímica para reconstruir esencialmente la estructura y entender a qué parte individual corresponde determinada función. En resumen este proceso es semejante a diseñar, lo que impulsa a la biología desde una ciencia meramente descriptiva hacia una ciencia experimental en términos del empleo de estas técnicas” (20).


Minnich explicó que indujo mutaciones en todos los genes del flagelo y que encontró que el flagelo pierde su función aún si solo un gen se pierde. Por ende, el flagelo es irreduciblemente complejo con respecto a su cumplimiento genético:


“Una mutación, una pieza fuera de encaje, y no podrán nadar. Colóquese este gen otra vez en su lugar y se restaurará la motilidad. Quite una parte, y coloque en su lugar una copia muy buena del gen y, de nuevo, podrán nadar. Por definición el sistema es irreduciblemente complejo. Hemos hecho esto con todos los 35 componentes del flagelo, y nos dio el mismo resultado” (21).


Desafortunadamente, el Juez Jones decidió ignorar este testimonio.

Conclusión.
Teniendo en cuenta a las afirmaciones del Juez Jones, los argumentos pro-DI referentes a la complejidad irreductible del flagelo nunca fueron, como Jones dice, “refutados”. Miller le dio al Juez una falsa caracterización de la complejidad irreductible y un método muy superficial para testearla. Desgraciadamente, esta decisión del juez que canonizó a la mala representación, dejará a la comunidad científica y al público en general asumiendo erróneamente que el origen evolutivo del flagelo bacteriano puede ser explicado. Increíblemente, a pesar del testimonio de Minnich y la presentación de sus logros experimentales el Juez Jones aún sostuvo que “El DI… fracasó en… vincular la investigación y la evaluación” (22).

El juez también aceptó la afirmación falaz de Miller de que la complejidad irreductible no es un argumento positivo para sustentar el diseño, sino un mero argumento negativo en contra de la evolución. Tal vez tengamos visiones diferentes de este caso. Minnich y Meyer hacen de este un ejemplo positivo de diseño en el flagelo:


“Las máquinas moleculares despliegan una firma o un sello clave de diseño, denominado complejidad irreductible. En todos los sistemas irreduciblemente complejos en los cuales la función del sistema es conocida por experiencia u observación, la ingeniería o el diseño inteligente han jugado un rol en el origen del sistema. … El hecho de que hayamos encontrado sistemas biológicos que imiten nuestras capacidades de diseño e ingeniería, nos deja de forma justificada la pregunta sobre si estos sistemas son el producto de un azar y necesidad no dirigidos, y sin propósito. En efecto, bajo algún otro contexto reconoceríamos de forma inmediata a tales sistemas como el producto de una ingeniería inteligente. Aunque alguno, quizás, diga que este es un mero argumento basado en la ignorancia, lo consideramos como una inferencia de la mejor explicación, dado que conocemos que los fenómenos inteligentes son estrictamente opuestos a las causas naturales o materiales” (23).


Como conclusión, la decisión del Juez Jones sobre el origen del flagelo debería ser desacreditada ya que es un ejemplo de política partidaria, y no de un análisis científico preciso y objetivo.

Agradezco a Alex Binz, David Klinghoffer, y a un bioquímico anónimo de la Universidad de California, por su ayuda en este post. Todos los errores son míos.




Autor: Casey Luskin. Es abogado, con estudios de postgrado en ciencia y leyes. Obtuvo su B.S. y M.S. en Ciencias de la Tierra de la Universidad de California en San Diego. Su Licenciatura en Derecho la obtuvo en la misma universidad. Trabaja en el Discovery Institute como Coordinador del Center for Science and Culture. Anteriormente, realizó una investigación geológica en la Scripps Institution for Oceanography (1997-2002).

Traducción: Daniel Alonso. Estudia Licenciatura Ciencias Biológicas en UNT (Universidad Nacional de Tucumán), Argentina. 




REFERENCIAS 

(13) Michael Behe, Darwin's Black Box, pg. 39 (Free Press, 1996).


(15) William A. Dembski, Rebuttal to Reports by Opposing Expert Witnesses, en http://www.designinference.com/documents/2005.09.Expert_Rebuttal_Dembski.pdf.


(16) Scott A. Minnich y Stephen C. Meyer, Genetic Analysis of coordinate flagellar and type III regulatory circuits in pathogenic bacteria, pg. 8, en http://www.discovery.org/scripts/viewDB/filesDB-download.php?id=389


(17) Angus Menuge, Agents Under Fire: Materialism and the Rationality of Science, pgs. 104-105 (Rowman & Littlefield, 2004).


(18) Tabla basada en las descripciones de William A. Dembski, No Free Lunch: Why Specified Complexity Cannot be Purchased
Without Intelligence, pg. 291 (Rowman & Littlefield, 2002).


(19) Scott A. Minnich y Stephen C. Meyer, Genetic Analysis of coordinate flagellar and type III regulatory circuits in pathogenic


(20) Testimonio de Scott Minnich, Día 20, sesión pm, pg. 105.


(21) Testimonio de Scott Minnich, Día 20, sesión pm., pg. 107-108.


(22) El fallo de Kitzmiller, pg. 89.


(23) Scott A. Minnich y Stephen C. Meyer, Genetic Analysis of coordinate flagellar and type III regulatory circuits in pathogenic




 

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