2015-10-21

El DI y los criterios de demarcación de las ciencias: ¿ciencia o pseudociencia? (parte II)—Stephen C. Meyer




 [Vea la parte I haciendo clic en este enlace]

La falencia general de los argumentos de demarcación.

Para fundamentar que el diseño "no debe considerarse una actividad científica,"[12] ciertos biólogos y otros científicos han afirmado que este no cumple con ciertos criterios objetivos de métodología o práctica científica. En resumen, estos biólogos han empleado los denominados argumentos de demarcación para separar un enfoque científico de los orígenes (descendencia) de un enfoque supuestamente no científico (diseño). No nos toca en este capítulo hacer un examen de los criterios particulares empleados en tales argumentos, pero en lugar de ello abordaremos la cuestión sobre la práctica general de la demarcación.

Desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia, la utilización de argumentos demarcación ha sido generalmente problemática. Históricamente, los intentos de encontrar "invariantes" metodológicas que proporcionen un conjunto de condiciones necesarias y suficientes para distinguir la verdadera ciencia de la pseudociencia han fracasado.[13] Por otra parte, la mayoría de los argumentos de demarcación actuales presuponen una comprensión de cómo funciona la ciencia lo cual refleja la influencia de una filosofía científica conocida como positivismo lógico. Sin embargo, desde la década de 1950 los filósofos de la ciencia han rechazado de manera decisiva al positivismo por una serie de muy buenas razones. Como resultado, la empresa de la demarcación ha caído en el descrédito general entre los filósofos de la ciencia.

En su ensayo "The Demise of the Demarcation Problem," el filósofo de ciencia Larry Laudan da un breve pero completo boceto de los diferentes motivos que se han propuesto durante la historia de la ciencia para distinguir la ciencia de no-ciencia.[14] Señala que el primero de estos motivos en cuestión es el grado de certeza asociado con el conocimiento científico. La ciencia, se pensaba, podía distinguirse de la no-ciencia, porque la ciencia produce certeza mientras que otros tipos de investigación como la filosofía producían opinión. Sin embargo, este enfoque de la demarcación se vio en dificultades ya que los científicos y filósofos se dieron cuenta poco a poco del carácter falible de las disciplinas y teorías científicas. A diferencia de los matemáticos, los científicos rara vez proporcionan estrictas manifestaciones lógicas (pruebas deductivas) para justificar sus teorías. En su lugar, los argumentos científicos a menudo utilizan la inferencia inductiva y pruebas de predicción, ninguna de las cuales produce certeza. Como Owen Gingerich ha argumentado, gran parte de la causa de los conflictos de Galileo con el Vaticano provenía de la incapacidad de Galileo para cumplir las normas escolares de certeza deductiva, una norma que él consideraba como no relevante ni alcanzable por el razonamiento científico. [15] Episodios similares posteriormente dejaron en claro que la ciencia no posee necesariamente un estatus epistémico superior; el conocimiento científico, al igual que otros conocimientos, está sujeto a incertidumbre.

Durante el siglo XIX, los intentos de distinguir la ciencia de la no ciencia habían cambiado. Ya no había demarcacionistas que intentaban caracterizar la ciencia sobre la base del estatus epistémico superior de las teorías científicas; más bien, intentaron hacerlo sobre la base de los métodos de la ciencia para producir teorías. Así, la ciencia llegó a ser definida por referencia a su método, no su contenido. Los criterios de delimitación se convirtieron en metodológicos en lugar de epistemológicos.[16]

Sin embargo, este enfoque también se encontró con dificultades; no menos importante fue el amplio desacuerdo sobre lo que el método científico es en realidad. Si los científicos y filósofos no pueden ponerse de acuerdo sobre lo que el método científico es, ¿cómo pueden descalificar a disciplinas que no lo utilizan? Además, como la discusión de las ciencias históricas en la parte V hará claro, bien puede haber más de un método científico. Si eso es así, entonces los intentos de separar a la ciencia de la no-ciencia utilizando un único conjunto de criterios metodológicos muy probablemente fracasará. La existencia de una variedad de métodos científicos plantea la posibilidad de que no solo la caracterización metodológica de la ciencia sea suficiente para capturar la diversidad de la práctica científica. Por lo tanto, el uso de un único conjunto de criterios metodológicos para evaluar el estado científico podría resultar en la descalificación de algunas disciplinas que ya se consideran científicas.[17]

Dado que los problemas con el uso de consideraciones metodológicas crecieron, los demarcationistas cambiaron su foco de nuevo. A partir de la década de 1920, la filosofía de la ciencia dio un giro lingüístico o semántico. La tradición positivista lógica sostuvo que las teorías científicas podían distinguirse de las teorías no científicas no porque las teorías científicas se hayan producido a través de métodos únicos o superiores, sino porque estas teorías eran más significativas. Los positivistas lógicos afirmaron que todas las declaraciones significativas son o bien empíricamente verificables o lógicamente innegables. De acuerdo con este "criterio verificacionista de sentido," las teorías científicas son más significativas que las ideas filosóficas o religiosas, por ejemplo, porque las teorías científicas se refieren a entidades observables tales como los planetas, los minerales y los pájaros, mientras que la filosofía y la religión se refieren a un tipo de entidades no observables como Dios, la verdad y la moralidad.

Sin embargo, como es bien sabido, el positivismo pronto se autodestruyó. Los filósofos se dieron cuenta de que el criterio verificacionista del positivismo de significado no logró su propio estándar. Es decir, los supuestos del positivismo resultan ser ni empíricamente verificables ni lógicamente innegables. Además, el ideal verificacionista del positivismo ha tergiversado mucho la práctica científica real. Muchas teorías científicas se refieren a entidades no verificables y no observables como las fuerzas, los campos, las moléculas, los quarks y leyes universales. Mientras tanto, muchas teorías de dudosa reputación (por ejemplo, la teoría de la Tierra plana) apelan explícitamente al "sentido común" de las observaciones. Es evidente que el criterio de verificabilidad del positivismo no lograría la demarcación deseada.

Karl Popper
Con la muerte del positivismo en la década de 1950, los demarcationistas tomaron un rumbo diferente. Otros criterios semánticos surgieron, como la falsabilidad de Sir Karl Popper. Según Popper, las teorías científicas eran más significativas que las ideas no científicas porque se referían sólo a entidades empíricamente falsables [18]. Sin embargo esto también resultó ser un criterio problemático. En primer lugar, la falsabilidad resulta ser difícil de lograr. En segundo lugar, rara vez los compromisos básicos de las teorías son probados directamente a través de la predicción. En lugar de ello, las predicciones se producen cuando los compromisos teóricos fundamentales se conjugan con hipótesis auxiliares, y por lo tanto dejando abierta la posibilidad de que las hipótesis auxiliares, no compromisos básicos, son responsables de predicciones fallidas.

La mecánica de Newton, por ejemplo, asumió como su núcleo tres leyes del movimiento y la teoría de la gravitación universal. Sobre la base de estos, Newton hizo una serie de predicciones sobre las posiciones de los planetas en el sistema solar. Cuando las observaciones no pudieron corroborar algunas de sus predicciones, no rechazó sus supuestos básicos. En su lugar, se puso a mirar algunas de sus hipótesis auxiliares para explicar las discrepancias entre la teoría y la observación. Por ejemplo, examinó su hipótesis de trabajo de que los planetas eran perfectamente esféricos y estaban influenciados sólo por la fuerza gravitacional. Como Imre Lakatos ha demostrado, la negativa de Newton para rechazar su núcleo frente a anomalías le permitió perfeccionar su teoría y finalmente lo llevó a su tremendo éxito.[19] La negativa de Newton a aceptar resultados falsados no puso en tela de juicio el estatuto científico de su teoría gravitacional o sus tres leyes.

La función de hipótesis auxiliares en la evaluación científica sugiere que muchas teorías científicas, incluyendo aquellas propias de la denominada ciencia dura, pueden ser muy difíciles, si no imposible, de falsar de forma concluyente. Sin embargo, muchas teorías que han sido falsadas en la práctica por resolución unánime de la comunidad científica debieran calificar como científicas de acuerdo con el criterio de falsabilidad. Puesto que han sido falsadas es que que son obviamente falsables, y puesto a que son falsables estas parecen ser científicas. [20]

Y así ha sido en general con los criterios de demarcación. Muchas teorías que han sido rechazadas por razones probatorias expresan virtudes muy epistémicas y metodológicas (la capacidad de prueba, la falsabilidad, observabilidad, etc.) que han sido acusadas de caracterizar a la verdadera ciencia. Muchas teorías que se celebran en alta estima carecen de algunas de las características supuestamente necesarias y suficientes de la ciencia propiamente dicha. Como resultado, [21] con unas pocas excepciones [22] la mayoría de los filósofos de ciencia contemporaneos, con respecto a la pregunta "¿Qué métodos distinguen a la ciencia de la no ciencia?", consideran al asunto intratable y sin interés. Los filósofos de la ciencia se han dado cuenta cada vez más que la verdadera cuestión no es si una teoría es científica, sino más bien si es correcta o está justificada por la evidencia. Así, como Martin Eger ha resumido, "los argumentos de demarcación se han derrumbado. Los filósofos de la ciencia no sostienen de estos nunca más. Estos todavía pueden disfrutar de aceptación en el mundo popular, pero ese es un mundo diferente." [23]

"The Demise of the Demarcation Problem", como lo nomina Laudan, implica que el uso de argumentos demarcationistas positivistas por los evolucionistas se encuentra, al menos a primera vista, en un terreno muy resbaladizo. El análisis de Laudan sugiere que tales argumentos no son propensos a tener éxito en distinguir el estatus científico de la descendencia por encima del diseño o cualquier otra cosa de tal cuestión. Como Laudan dice, "Si pudiéramos estar de pie en el lado de la razón, debemos dejar términos como 'pseudo-ciencia.'... Estos hacen del trabajo sólo una cuestión de emociones para nosotros. " [24]

Si los filósofos de la ciencia como Laudan están en lo correcto, existe un estancamiento en nuestro análisis del diseño y la descendencia. Ninguno puede calificar automáticamente como ciencia; ni puede ser necesariamente descalificado tampoco. El mérito metodológico a priori del diseño y la descendencia es indistinguible si no existen criterios acordados por el cual juzgar sus méritos.

Sin embargo, careciendo de cualquier métrica definida, todavía no se puede decir que el diseño y la descendencia son metodológicamente equivalentes en cualquier sentido no trivial. Para hacer esta afirmación debemos comparar al diseño y la descendencia considerando algunas normas específicas. Consideremos ahora los argumentos de demarcación específicos que se han erigido en contra del diseño. Porque aunque los argumentos de demarcación han sido desacreditados por los filósofos de la ciencia en general, todavía disfrutan de un amplio reconocimiento en el ámbito científico y "mundo popular," [25] como la siguiente sección hará muy claro.


Autor: Stephen C. Meyer. Tiene un Ph. D. en historia y filosofía de la ciencia de Cambridge University. Es director del Centro de Cultura y Ciencia del Discovery Institute. 

Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNT, Argentina.

Fuente: http://www.discovery.org/a/2834


REFERENCIAS:

[12] James Ebert et al., Science and Creationism: A View from the National Academy of Science (Washington, D.C.: National Academy Press, 1987), p. 8. 

[13] L. Laudan, "The Demise of the Demarcation Problem," in But Is It Science? ed. M. Ruse (Buffalo, N.Y.: Prometheus Books, 1988), pp. 337-50. 

[14] Ibid.

[15] O. Gingerich, "The Galileo Affair," Scientific American, Agosto 1982, pp. 133-43. 

[16] Laudan, "Demise of the Demarcation Problem."

[17] Ibid. 

[18] Ibid. 

[19] I. Lakatos, "Falsification and the Methodology of Scientific Research Programmes," en Criticism and the Growth of Knowledge, ed. I. Lakatos and A. Musgrave (Cambridge, U.K.: Cambridge University Press, 1970), pp. 189-95. 

[20] Laudan, "Demise of the Demarcation Problem"; Laudan, "Science at the Bar," p. 354.

[21] Esta dependencia excesiva de una definición filosófica de ciencia para poder eludirse el trabajo de evaluar afirmaciones empíricas específicas, irónicamente le termina atribuyendo a la filosofía de la ciencia un poder mayor del que posee. Que tales apelaciones a consideraciones filosóficas sean hechas típicamente por científicos positivistas que consideran el llamado a la "filosofía" como un anatema, sólo agrava la ironía de la empresa demarcationista. Si hay alguna demarcación que deba ser realizada, esta se debe hacer por los filósofos de la ciencia, quienes se especializan en este tipo cuestiones acerca de la definición de la ciencia. Sin embargo, por razones ya indicadas, los filósofos de la ciencia han rechazado cada vez más esta empresa.

[22] La mayoría de quienes hacen estos argumentos demarcación son científicos practicantes. Sin embargo, se pueden encontrar con frecuencia en la obra del filósofo de la ciencia Michael Ruse: Darwinism Defended, pp. 59, 131-40, 322-24; "Creation Science Is Not Science," pp. 72-78; "Philosopher's Day in Court," pp. 13-38; "Witness Testimony Sheet," pp. 287-306, esp. 301; "They're Here!" p. 4; "Darwinism: Philosophical Preference," pp. 1-6.

[23] M. Eger, citado por J. Buell en "Broaden Science Curriculum," Dallas Morning News, Marzo 10, 1989.

[24] Laudan, "Demise of the Demarcation Problem," p. 349.

[25] Ruse, "Witness Testimony Sheet," pp. 287-306; W. R. Overton, "United States District Court Opinion: McLean v. Arkansas," en But Is It Science? ed. M. Ruse (Buffalo, N.Y.: Prometheus Books, 1988), pp. 307-31.

2015-02-14

El DI y los criterios de demarcación de las ciencias: ¿ciencia o pseudociencia? (parte I)—Stephen C. Meyer


Introducción

En el libro El Origen de las Especies, Darwin reiteradamente critica el estatus científico de la entonces famosa "teoría de la Creación". Con frecuencia no le iba bien delante de sus rivales creacionistas no sólo por su incapacidad de dar explicaciones para ciertos datos biológicos, sino también para ofrecer explicaciones científicas en general. De hecho, algunos de los argumentos de Darwin para la descendencia con modificación dependían, no en hechos recientemente descubiertos y desconocidos para los creacionistas, sino mas bien en hechos como la progresión fósil, la homología y la distribución biogeográfica que no tenían ni obstaculizados ni perplejos a los creacionistas, pero que, en opinión de Darwin, los creacionistas no podían explicar de una manera científicamente correcta [1]. Lo que Darwin planteaba en su ataque contra el creacionismo era que no era solo la "adecuación empírica" de las teorías creacionistas vigentes en ese momento lo que les debería dar legitimidad, sino más bien la adecuación metodológica (y, por tanto, científica). Así, Darwin enfáticamente desestima la explicación creacionista de la homología, por ejemplo, diciendo "eso no es una explicación científica." [2]

Subyacente al rechazo de Darwin a la legitimidad del creacionismo yacía una concepción totalmente diferente de la ciencia que había prevalecido entre naturalistas [3]. Los ataques de Darwin a sus oponentes creacionistas e idealistas en parte expresaban y establecían un “epistema” emergente en el cual la mera mención de “actos de divinidad” o “plan de la creación” servirían cada vez más a menudo para desacreditar a estas teorías de ser consideradas como ciencia qua ciencia. Esta separación entre la teología y la ciencia, y la redefinición de ciencia que implica, estaba justificada no tanto por un argumento sino más bien por un supuesto implícito acerca de los rasgos que “deberían” ser característicos de todas las teorías científicas—rasgos que presumiblemente podrían distinguir a una teoría de otra que es adecuadamente científica (es decir, positivista [4]) libre de vínculos a amarres metafísicos o teológicos no deseados. Así, tanto en su libro principal y en cartas posteriores, Darwin se encuentra invocando una serie de ideas sobre lo que constituye una explicación científica adecuada con el fin de caracterizar las teorías creacionistas como inherentemente "no científicas". Para Darwin, en principio, la ilegitimidad del creacionismo se demostró por deficiencias percibidas en su método de investigación, tales como su falta de explicación por referencia a una ley natural, y el postulado de causas inobservables y entidades explicativas como la mente, el propósito o "el plan de la creación" [5].

Los futuros defensores del darwinismo se explayarán en esta estrategia [6]. A lo largo del siglo XX, los que trataban de defender las teorías evolucionistas naturalistas del desafío de cualquier otra teoría de los orígenes que no sea naturalista a menudo han invocado varias normas de la práctica científica. Estas normas usualmente han derivado de la filosofía de la ciencia, más particularmente de los positivistas lógicos o los neo-positivistas (como Sir Karl Popper o Carl Hempel). Tanto el estándar positivista de verificabilidad y las normas neopositivistas de falsabilidad y de explicación basada en leyes han funcionado como referentes metodológicos o "criterios de demarcación" para medir y encontrar deficiencias, en todas las teorías de la creación o incluso en las teorías de diseño inteligente. Estas teorías han sido declaradas "poco científic[as] por definición" por numerosos motivos filosóficos y metodológicos.

El uso por parte de los biólogos evolutivos de los llamados principios de demarcación—es decir, supuestos que pretenden distinguir la ciencia de la pseudociencia, la metafísica o la religión—es a la vez irónico y problemático desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia. Es irónico, porque muchos de los criterios de delimitación que se han utilizado en contra de las teorías no-naturalistas de los orígenes se pueden implementar de la misma forma contra las teorías evolutivas estrictamente naturalistas. De hecho, existe todo un corpus de literatura dedicado a evaluar si el neodarwinismo, con sus dimensiones distintivamente probabilísticas e históricas, es realmente científico cuando es medido a través de diversas concepciones de la ciencia. [7] Algunos se han preguntado si el uso de la explicación narrativa en la biología evolutiva constituye un punto de partida desde donde se puede cuestionar su dependencia estricta de una ley natural. Otros se han preguntado si el neodarwinismo es falsable, o si se hace predicciones verdaderas o al menos arriesgadas. En 1974, Sir Karl Popper declaró que la teoría de la evolución neodarwiniana es "incontrastable" y la clasificó como un "programa de investigación metafísico." Mientras que más tarde hizo una revisión de su  juicio anterior, lo hizo sólo después que liberalizó su noción falsabilidad para permitir una noción más débil, una "falsabilidad en principio", a fin de que sirva como estándar de estatus científico.

El uso de argumentos de demarcación para resolver la controversia sobre los origenes también es problemático porque toda la empresa de la demarcación ahora ha caído en el descrédito. Los intentos de encontrar "invariantes" metodológicos que proporcionen un conjunto de condiciones necesarias y suficientes para distinguir la verdadera ciencia de la pseudociencia han sido vanos [8]. La mayoría de los filósofos de la ciencia ahora reconocen que ni la verificabilidad, ni la falsabilidad, ni el uso de explicaciones basadas en leyes (ni ningún otro criterio) puede ser suficiente para definir la práctica científica. Como Laudan dice, "Si queremos estar de pie en el lado de la razón, debemos abandonar términos como 'pseudociencia' ... esto hace que el trabajo se vuelva una cuestión de emociones para nosotros." [9]

Sin embargo, los argumentos filosóficos sobre lo que hace o deja de constituir a la ciencia siguen desempeñando un papel fundamental a la hora de persuadir biólogos de que no pueden existir explicaciones científicas alternativas para el origen de las formas biológicas y sus estructuras. De hecho, los criterios de demarcación siguen siendo citados por los biólogos modernos como razones para desacreditar a la posibilidad del diseño inteligente como una teoría de la origines.[10]

Este ensayo abordará el caso contra el estatus científico del diseño inteligente. Se examinarán varios de los criterios metodológicos que se han usado como medio para distinguir el estatus científico de las teorías evolucionistas naturalistas de aquellas teorías no-naturalistas como el diseño inteligente, la creación especial, la creación progresiva y la evolución teísta. Voy a argumentar que los intentos de hacer distinciones de estatus científico a priori por razones metodológicas inevitablemente terminan fallando, y en lugar ello existe una equivalencia general de método entre estos dos enfoques sobre los orígenes que se encuentran en competencia. Al hacer esto, voy a tratar de arrojar luz sobre la cuestión específica de si una teoría científica del diseño inteligente se podría formular, o si las objeciones metodológicas dejan a esta posibilidad “auto-contradictoria y sin sentido" como Ruse, Stent, Gould y otros han afirmado (de, al menos, el creacionismo científico).[11] A lo largo de este trabajo, voy a utilizar los términos aliterados "diseño" y "de descendencia" como una abreviatura conveniente distinguir (a) teorías que invocan la acción causal eficiente de un agente inteligente (ya sea divina o no) como parte de la explicación para el origen de la forma biológica y la complejidad, de aquellas (b) teorías (como la de Darwin basada en "descendencia con modificación") que se sustentan exclusivamente en los procesos naturalistas para explicar el origen de la forma biológica y la complejidad.

A modo de calificación, hay que señalar que por defender la legitimidad metodológica y científica del diseño inteligente, este capítulo no pretende rehabilitar la biología empíricamente inadecuada de muchos creacionistas del siglo XIX o su creencia en la fijeza absoluta de las especies; ni se intenta respaldar la moderna geología de la tierra joven. El siguiente análisis se refiere a la legitimidad metodológica del principio del diseño en si, como se definió anteriormente, no la adecuación empírica de las teorías específicas que podrían invocar al diseño inteligente en el proceso de hacer otras afirmaciones empíricas.

[Vea la parte II haciendo clic en este enlace]

Autor: Stephen C. Meyer. Tiene un Ph. D. en historia y filosofía de la ciencia de Cambridge University. Es director del Centro de Cultura y Ciencia del Discovery Institute. 

Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNT, Argentina.




REFERENCIAS

[1] W.M. Ho, Methodological Issues in Evolutionary Theory (Unpublished Ph.D. dissertation from the University of Oxford, Oxford, England, 1965), pp. 8-68.

[2] Charles Darwin, The Origin of Species by Means of Natural Selection (1859. Reimpresión. Harmondsworth: Penguin Books, 1984), p. 334; N.C. Gillespie, Charles Darwin and the Problem with Creation (Chicago: University of Chicago Press, 1979), pp. 67-81.

[3] Gillespie, Charles Darwin and the Problem, pp. 1-18, 41-66, 146-56.

[4] Aquí no me refiero al “positivismo lógico” de  A.J. Ayer y el círculo de Viena que no apareció hasta 1920, sino más bien a un positivismo genérico que empezó a influenciar sobre los científicos en el siglo XIX. Véase Gillespie, Charles Darwin and the Problem, pp. 41-66, esp. 54, 167

[5] Darwin, Origin of Species, pp. 201, 430, 453; V. Kavalovski, "The Vera Causa Principle: A Historico-Philosophical Study of a Meta-Theoretical Concept from Newton through Darwin" (Una disertación Ph.D. no publicada de la Universidad de Chicago, Chicago, Illinois, 1974), pp. 104-29.

[6] M. Ruse, Darwinism Defended: A Guide to the Evolution Controversies (London: Addison? Wesley, 1982), pp. 59, 131-40, 322-24; M. Ruse, "Creation Science Is Not Science," en Science, Technology and Human Values 7, no. 40 (1982): 72-78; M. Ruse, "A Philosopher's Day in Court," en But Is It Science? The Philosophical Question in the Creation/Evolution Controversy, editado por M. Ruse (Buffalo: Prometheus Books, 1988) pp. 13-38; M. Ruse, "Witness Testimony Sheet: McLean v. Arkansas," en But Is It Science, pp. 287-306, esp. 301; M. Ruse, "They're Here!" Bookwatch Reviews 2 (1989): 4; M. Ruse, "Darwinism: Philosophical Preference, Scientific Inference, and Good Research Strategy," en Darwinism: Science or Philosophy, editado por J. Buell y V. Hearn (Richardson: Foundation for Thought and Ethics, 1994), pp. 21-28; S.J. Gould, "Genesis and Geology," en Science and Creationism, editado por A. Montagu (New York: Oxford University Press, 1984), pp. 126-35; G.S. Stent, "Scientific Creationism: Nemesis of Sociobiology," in Science and Creationism, pp. 136-41; R. Root? Bernstein, "On Defining a Scientific Theory: Creationism Considered," en Science and Creationism, pp. 64-94; P.L. Quinn, "The Philosopher of Science as Expert Witness," en But Is It Science, pp. 367-85; L. Laudan, "Science at the Bar: Causes for Concern," en But Is It Science, pp. 351-55; A.D. Kline, "Theories, Facts, and Gods: Philosophical Aspects of the Creation-Evolution Controversy," en Did the Devil Make Darwin Do It, editado por D.B. Wilson (Ames: Iowa State University Press, 1983); D.J. Futuyma, Science on Trial: The Case for Evolution (New York: Pantheon Books, 1983), pp. 161-74; G. Skoog, "A View from the Past," Bookwatch Reviews 2 (1989): 1-2; S.J. Gould, "Evolution as Fact and Theory," en Science and Creationism, pp. 118-21; P. Kitcher, Abusing Science: The Case Against Creationism (Cambridge: MIT Press, 1982), pp. 45-54, 126-27, 175-76.

[7] M. Scriven, "Explanation and Prediction in Evolutionary Theory," Science 130 (1959): pp. 477-82; P.T. Saunders and M.W. Ho, "Is Neo-Darwinism Falsifiable? And Does It Matter?" Nature and System 4 (1982): 179-96; K. Popper, Unending Quest (London: William Collins and Sons, 1974), pp. 167-75.

[8] L. Laudan, "The Demise of the Demarcation Problem," en But Is It Science?, pp. 337-50.

[9] Laudan, "Demise of the Demarcation Problem," p. 349.

[10] Ruse, Darwinism Defended, pp. 59, 131-140, 322-24; Ruse, "Creation Science Is Not Science," pp. 72-78; Ruse, "Philosopher's Day in Court," 13-38; Ruse, "Witness Testimony Sheet," pp. 287-306, esp. 301; Ruse, "They're Here!" Gould, "Genesis and Geology." Ruse, "Darwinism," pp. 21-28; Stent, "Scientific Creationism: Nemesis of Sociobiology," pp. 136-141; Root-Bernstein, "On Defining a Scientific Theory," pp. 64-94; Quinn, "The Philosopher of Science," pp. 367-85; Laudan, "Science at the Bar"; Kline, "Theories, Facts, and Gods," pp. 37-44; Futuyma, Science on Trial, pp. 161-174; Skoog, "A View from the Past," pp. 1-2; Gould, "Evolution as Fact and Theory," in Science and Creationism, pp. 118-121; Kitcher, Abusing Science, pp. 45-54, 126-27, 175-76.

[11] Ruse, "Creation Science Is Not Science," pp. 322-24; Stent, "Scientific Creationism: Nemesis of Sociobiology," pp. 137; Gould, "Evolution as Fact and Theory," en Science and Creationism, p. 118.