2015-02-14

El DI y los criterios de demarcación de las ciencias: ¿ciencia o pseudociencia? (parte I)—Stephen C. Meyer


Introducción

En el libro El Origen de las Especies, Darwin reiteradamente critica el estatus científico de la entonces famosa "teoría de la Creación". Con frecuencia no le iba bien delante de sus rivales creacionistas no sólo por su incapacidad de dar explicaciones para ciertos datos biológicos, sino también para ofrecer explicaciones científicas en general. De hecho, algunos de los argumentos de Darwin para la descendencia con modificación dependían, no en hechos recientemente descubiertos y desconocidos para los creacionistas, sino mas bien en hechos como la progresión fósil, la homología y la distribución biogeográfica que no tenían ni obstaculizados ni perplejos a los creacionistas, pero que, en opinión de Darwin, los creacionistas no podían explicar de una manera científicamente correcta [1]. Lo que Darwin planteaba en su ataque contra el creacionismo era que no era solo la "adecuación empírica" de las teorías creacionistas vigentes en ese momento lo que les debería dar legitimidad, sino más bien la adecuación metodológica (y, por tanto, científica). Así, Darwin enfáticamente desestima la explicación creacionista de la homología, por ejemplo, diciendo "eso no es una explicación científica." [2]

Subyacente al rechazo de Darwin a la legitimidad del creacionismo yacía una concepción totalmente diferente de la ciencia que había prevalecido entre naturalistas [3]. Los ataques de Darwin a sus oponentes creacionistas e idealistas en parte expresaban y establecían un “epistema” emergente en el cual la mera mención de “actos de divinidad” o “plan de la creación” servirían cada vez más a menudo para desacreditar a estas teorías de ser consideradas como ciencia qua ciencia. Esta separación entre la teología y la ciencia, y la redefinición de ciencia que implica, estaba justificada no tanto por un argumento sino más bien por un supuesto implícito acerca de los rasgos que “deberían” ser característicos de todas las teorías científicas—rasgos que presumiblemente podrían distinguir a una teoría de otra que es adecuadamente científica (es decir, positivista [4]) libre de vínculos a amarres metafísicos o teológicos no deseados. Así, tanto en su libro principal y en cartas posteriores, Darwin se encuentra invocando una serie de ideas sobre lo que constituye una explicación científica adecuada con el fin de caracterizar las teorías creacionistas como inherentemente "no científicas". Para Darwin, en principio, la ilegitimidad del creacionismo se demostró por deficiencias percibidas en su método de investigación, tales como su falta de explicación por referencia a una ley natural, y el postulado de causas inobservables y entidades explicativas como la mente, el propósito o "el plan de la creación" [5].

Los futuros defensores del darwinismo se explayarán en esta estrategia [6]. A lo largo del siglo XX, los que trataban de defender las teorías evolucionistas naturalistas del desafío de cualquier otra teoría de los orígenes que no sea naturalista a menudo han invocado varias normas de la práctica científica. Estas normas usualmente han derivado de la filosofía de la ciencia, más particularmente de los positivistas lógicos o los neo-positivistas (como Sir Karl Popper o Carl Hempel). Tanto el estándar positivista de verificabilidad y las normas neopositivistas de falsabilidad y de explicación basada en leyes han funcionado como referentes metodológicos o "criterios de demarcación" para medir y encontrar deficiencias, en todas las teorías de la creación o incluso en las teorías de diseño inteligente. Estas teorías han sido declaradas "poco científic[as] por definición" por numerosos motivos filosóficos y metodológicos.

El uso por parte de los biólogos evolutivos de los llamados principios de demarcación—es decir, supuestos que pretenden distinguir la ciencia de la pseudociencia, la metafísica o la religión—es a la vez irónico y problemático desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia. Es irónico, porque muchos de los criterios de delimitación que se han utilizado en contra de las teorías no-naturalistas de los orígenes se pueden implementar de la misma forma contra las teorías evolutivas estrictamente naturalistas. De hecho, existe todo un corpus de literatura dedicado a evaluar si el neodarwinismo, con sus dimensiones distintivamente probabilísticas e históricas, es realmente científico cuando es medido a través de diversas concepciones de la ciencia. [7] Algunos se han preguntado si el uso de la explicación narrativa en la biología evolutiva constituye un punto de partida desde donde se puede cuestionar su dependencia estricta de una ley natural. Otros se han preguntado si el neodarwinismo es falsable, o si se hace predicciones verdaderas o al menos arriesgadas. En 1974, Sir Karl Popper declaró que la teoría de la evolución neodarwiniana es "incontrastable" y la clasificó como un "programa de investigación metafísico." Mientras que más tarde hizo una revisión de su  juicio anterior, lo hizo sólo después que liberalizó su noción falsabilidad para permitir una noción más débil, una "falsabilidad en principio", a fin de que sirva como estándar de estatus científico.

El uso de argumentos de demarcación para resolver la controversia sobre los origenes también es problemático porque toda la empresa de la demarcación ahora ha caído en el descrédito. Los intentos de encontrar "invariantes" metodológicos que proporcionen un conjunto de condiciones necesarias y suficientes para distinguir la verdadera ciencia de la pseudociencia han sido vanos [8]. La mayoría de los filósofos de la ciencia ahora reconocen que ni la verificabilidad, ni la falsabilidad, ni el uso de explicaciones basadas en leyes (ni ningún otro criterio) puede ser suficiente para definir la práctica científica. Como Laudan dice, "Si queremos estar de pie en el lado de la razón, debemos abandonar términos como 'pseudociencia' ... esto hace que el trabajo se vuelva una cuestión de emociones para nosotros." [9]

Sin embargo, los argumentos filosóficos sobre lo que hace o deja de constituir a la ciencia siguen desempeñando un papel fundamental a la hora de persuadir biólogos de que no pueden existir explicaciones científicas alternativas para el origen de las formas biológicas y sus estructuras. De hecho, los criterios de demarcación siguen siendo citados por los biólogos modernos como razones para desacreditar a la posibilidad del diseño inteligente como una teoría de la origines.[10]

Este ensayo abordará el caso contra el estatus científico del diseño inteligente. Se examinarán varios de los criterios metodológicos que se han usado como medio para distinguir el estatus científico de las teorías evolucionistas naturalistas de aquellas teorías no-naturalistas como el diseño inteligente, la creación especial, la creación progresiva y la evolución teísta. Voy a argumentar que los intentos de hacer distinciones de estatus científico a priori por razones metodológicas inevitablemente terminan fallando, y en lugar ello existe una equivalencia general de método entre estos dos enfoques sobre los orígenes que se encuentran en competencia. Al hacer esto, voy a tratar de arrojar luz sobre la cuestión específica de si una teoría científica del diseño inteligente se podría formular, o si las objeciones metodológicas dejan a esta posibilidad “auto-contradictoria y sin sentido" como Ruse, Stent, Gould y otros han afirmado (de, al menos, el creacionismo científico).[11] A lo largo de este trabajo, voy a utilizar los términos aliterados "diseño" y "de descendencia" como una abreviatura conveniente distinguir (a) teorías que invocan la acción causal eficiente de un agente inteligente (ya sea divina o no) como parte de la explicación para el origen de la forma biológica y la complejidad, de aquellas (b) teorías (como la de Darwin basada en "descendencia con modificación") que se sustentan exclusivamente en los procesos naturalistas para explicar el origen de la forma biológica y la complejidad.

A modo de calificación, hay que señalar que por defender la legitimidad metodológica y científica del diseño inteligente, este capítulo no pretende rehabilitar la biología empíricamente inadecuada de muchos creacionistas del siglo XIX o su creencia en la fijeza absoluta de las especies; ni se intenta respaldar la moderna geología de la tierra joven. El siguiente análisis se refiere a la legitimidad metodológica del principio del diseño en si, como se definió anteriormente, no la adecuación empírica de las teorías específicas que podrían invocar al diseño inteligente en el proceso de hacer otras afirmaciones empíricas.

[Vea la parte II haciendo clic en este enlace]

Autor: Stephen C. Meyer. Tiene un Ph. D. en historia y filosofía de la ciencia de Cambridge University. Es director del Centro de Cultura y Ciencia del Discovery Institute. 

Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNT, Argentina.




REFERENCIAS

[1] W.M. Ho, Methodological Issues in Evolutionary Theory (Unpublished Ph.D. dissertation from the University of Oxford, Oxford, England, 1965), pp. 8-68.

[2] Charles Darwin, The Origin of Species by Means of Natural Selection (1859. Reimpresión. Harmondsworth: Penguin Books, 1984), p. 334; N.C. Gillespie, Charles Darwin and the Problem with Creation (Chicago: University of Chicago Press, 1979), pp. 67-81.

[3] Gillespie, Charles Darwin and the Problem, pp. 1-18, 41-66, 146-56.

[4] Aquí no me refiero al “positivismo lógico” de  A.J. Ayer y el círculo de Viena que no apareció hasta 1920, sino más bien a un positivismo genérico que empezó a influenciar sobre los científicos en el siglo XIX. Véase Gillespie, Charles Darwin and the Problem, pp. 41-66, esp. 54, 167

[5] Darwin, Origin of Species, pp. 201, 430, 453; V. Kavalovski, "The Vera Causa Principle: A Historico-Philosophical Study of a Meta-Theoretical Concept from Newton through Darwin" (Una disertación Ph.D. no publicada de la Universidad de Chicago, Chicago, Illinois, 1974), pp. 104-29.

[6] M. Ruse, Darwinism Defended: A Guide to the Evolution Controversies (London: Addison? Wesley, 1982), pp. 59, 131-40, 322-24; M. Ruse, "Creation Science Is Not Science," en Science, Technology and Human Values 7, no. 40 (1982): 72-78; M. Ruse, "A Philosopher's Day in Court," en But Is It Science? The Philosophical Question in the Creation/Evolution Controversy, editado por M. Ruse (Buffalo: Prometheus Books, 1988) pp. 13-38; M. Ruse, "Witness Testimony Sheet: McLean v. Arkansas," en But Is It Science, pp. 287-306, esp. 301; M. Ruse, "They're Here!" Bookwatch Reviews 2 (1989): 4; M. Ruse, "Darwinism: Philosophical Preference, Scientific Inference, and Good Research Strategy," en Darwinism: Science or Philosophy, editado por J. Buell y V. Hearn (Richardson: Foundation for Thought and Ethics, 1994), pp. 21-28; S.J. Gould, "Genesis and Geology," en Science and Creationism, editado por A. Montagu (New York: Oxford University Press, 1984), pp. 126-35; G.S. Stent, "Scientific Creationism: Nemesis of Sociobiology," in Science and Creationism, pp. 136-41; R. Root? Bernstein, "On Defining a Scientific Theory: Creationism Considered," en Science and Creationism, pp. 64-94; P.L. Quinn, "The Philosopher of Science as Expert Witness," en But Is It Science, pp. 367-85; L. Laudan, "Science at the Bar: Causes for Concern," en But Is It Science, pp. 351-55; A.D. Kline, "Theories, Facts, and Gods: Philosophical Aspects of the Creation-Evolution Controversy," en Did the Devil Make Darwin Do It, editado por D.B. Wilson (Ames: Iowa State University Press, 1983); D.J. Futuyma, Science on Trial: The Case for Evolution (New York: Pantheon Books, 1983), pp. 161-74; G. Skoog, "A View from the Past," Bookwatch Reviews 2 (1989): 1-2; S.J. Gould, "Evolution as Fact and Theory," en Science and Creationism, pp. 118-21; P. Kitcher, Abusing Science: The Case Against Creationism (Cambridge: MIT Press, 1982), pp. 45-54, 126-27, 175-76.

[7] M. Scriven, "Explanation and Prediction in Evolutionary Theory," Science 130 (1959): pp. 477-82; P.T. Saunders and M.W. Ho, "Is Neo-Darwinism Falsifiable? And Does It Matter?" Nature and System 4 (1982): 179-96; K. Popper, Unending Quest (London: William Collins and Sons, 1974), pp. 167-75.

[8] L. Laudan, "The Demise of the Demarcation Problem," en But Is It Science?, pp. 337-50.

[9] Laudan, "Demise of the Demarcation Problem," p. 349.

[10] Ruse, Darwinism Defended, pp. 59, 131-140, 322-24; Ruse, "Creation Science Is Not Science," pp. 72-78; Ruse, "Philosopher's Day in Court," 13-38; Ruse, "Witness Testimony Sheet," pp. 287-306, esp. 301; Ruse, "They're Here!" Gould, "Genesis and Geology." Ruse, "Darwinism," pp. 21-28; Stent, "Scientific Creationism: Nemesis of Sociobiology," pp. 136-141; Root-Bernstein, "On Defining a Scientific Theory," pp. 64-94; Quinn, "The Philosopher of Science," pp. 367-85; Laudan, "Science at the Bar"; Kline, "Theories, Facts, and Gods," pp. 37-44; Futuyma, Science on Trial, pp. 161-174; Skoog, "A View from the Past," pp. 1-2; Gould, "Evolution as Fact and Theory," in Science and Creationism, pp. 118-121; Kitcher, Abusing Science, pp. 45-54, 126-27, 175-76.

[11] Ruse, "Creation Science Is Not Science," pp. 322-24; Stent, "Scientific Creationism: Nemesis of Sociobiology," pp. 137; Gould, "Evolution as Fact and Theory," en Science and Creationism, p. 118.