2013-02-25

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Diseño Inteligente no es Diseño Óptimo —William Dembski


La palabra inteligente tiene dos significados. Puede aludir simplemente a la actividad de un agente inteligente, aunque el tal actúe de forma estúpida. Por otra parte, puede estar refiriéndose a que un agente inteligente actuó con destreza y maestría. Pasar por alto esta distinción trae como resultado confusión acerca del diseño inteligente. Esta confusión fue llevada hasta mi casa durante una entrevista por radio. El escéptico Michael Shermer y el paleontólogo Donald Prothero me entrevistaron a través de la National Public Radio. Cuando la discusión ya se había desenvuelto, llegue a verme muy sorprendido del significado que ellos le daban a la frase “diseño inteligente”, muy diferente a la acepción dada por la comunidad del diseño inteligente.

Shermer y Prothero malentendieron a la palabra inteligente de “diseño inteligente, dándole un sentido de diseño sabio, astuto o experto. Por consiguiente llegaron a suponer que el diseño inteligente está vinculado a un diseño perfecto. Por otro lado, la comunidad del diseño inteligente entiende al término inteligente de “diseño inteligente” simplemente como referido a una intervención inteligente (independientemente de su destreza o maestría) y por lo tanto separa al diseño inteligente del diseño perfecto.

Entonces ¿cuál es la razón por la que el adjetivo inteligente se encuentra delante del sustantivo diseño? ¿Acaso no está ya incluida en el concepto de diseño la idea de intervención inteligente, convirtiendo a estos dos términos en redundantes? En este caso no hay redundancia debido a que el diseño inteligente necesita ser distinguido, por un lado, del diseño aparente, y por el otro, del diseño perfecto. La frase diseño inteligente refuerza la idea de que el diseño se debe a una inteligencia real, pero también deja totalmente abiertas los atributos o cualidades de esta inteligencia.

En contraste, el diseño aparente plantea que el diseño no es real. Por ejemplo, Richard Dawkins comienza su libro The Blid Watchmaker con la cita, “La biología es el estudio de cosas complejas que dan la apariencia de que han sido diseñadas con un propósito”. Dawkins luego necesita unas trescientas páginas adicionales para argumentar que este diseño es solo una apariencia, y no es real. El diseño aparente, por lo tanto, constituye una negación del diseño inteligente.

Muchos biólogos hacen a un lado al diseño inteligente y a la evidencia a favor de este lanzándose al diseño aparente o al diseño óptimo. Para argumentar del diseño aparente, ellos simplemente apelan al Darwinismo puro y sin ayuda. Para argumentar en contra del diseño inteligente, arrojan argumentos "hombre de paja" con respecto al diseñador, vinculando al diseño inteligente con un diseño perfecto. A fin de dejar al diseño inteligente lo mas implausible que sea posible, ellos definen al diseño perfecto como un diseño óptimo; el mejor, con respecto a todo criterio posible de optimización (presumiblemente, algo de menor calidad no sería digno o esperado de un diseñador inteligente). Como los diseños actuales siempre involucran responsabilidad y compromiso, tales diseños globalmente-óptimos-en-lo-que-a-todo-respecta no puede existir, excepto en un lugar ideal (a veces denominado “Cielo platónico”) muy distante a los diseños reales de este mundo. A diferencia del diseño inteligente, el diseño aparente y el diseño óptimo le quitan al diseño su significado práctico.

Al asimilar que todo diseño biológico es aparente o es óptimo se evita la cuestión central que necesita ser contestada, a saber, si existe actualmente diseño en los sistemas biológicos indiferentemente de los atributos adicionales que estos posean (como el nivel de optimización). Los automóviles que se construyen en plantas de ensamblaje en Detroit están diseñados inteligentemente en el sentido de que una inteligencia humana real es responsable de ello. No obstante, aún si pensáramos que Detroit produce los mejores autos del mundo, nos equivocaríamos al decir que están óptimamente diseñados. Tampoco sería correcto afirmar que están solo aparentemente diseñados (y no porque no estén óptimamente diseñados). ¿Existe alguna razón mínimamente sensata como para que los teóricos del diseño inteligente estén obligados a demostrar que hay diseño óptimo en la naturaleza? Los críticos del diseño inteligente (por ejemplo, Stephen Jay Gould) con frecuencia sugieren que cualquier diseñador cósmico con propósito debería diseñar solo de forma perfecta. Pero esta es una afirmación más teológica que científica.

Aunque atribuir diseño inteligente a artefactos humanos es poco polémico, las cejas se levantan rápidamente cuando el diseño inteligente es atribuido a los sistemas biológicos. Aplicado a la biología, el diseño inteligente sostiene que una inteligencia diseñadora es precisada para diagramar a las estructuras ricas en información y complejas de los organismos vivos. Al mismo tiempo, se niega a especular acerca de la naturaleza de esta inteligencia diseñadora. Mientras que el diseño óptimo demanda la existencia de un diseñador perfeccionista que hace todo siempre de la forma más correcta, el diseño inteligente se adapta a nuestra experiencia ordinaria de diseño, el cual está condicionado por las necesidades de la situación, requiere negociación y responsabilidad, y por consiguiente siempre cae por debajo de un óptimo global e idealizado.

Un diseñador irreal intenta llegar a la perfección en el sentido de lograr el diseño óptimo. En efecto, no existe tal cosa como diseño óptimo. Los diseñadores reales se esfuerzan por lograr una optimización reducida, la cual es algo diferente. Como Henry Petroski, un ingeniero e historiador de la Universidad de Duke, apropiadamente remarca en Invention by Design, “todo diseño implica objetivos conflictivos y por lo tanto compromiso, y los mejores diseños serán siempre aquellos que se inician con el mejor compromiso”. La optimización reducida es el arte del compromiso en medio de objetivos conflictivos. El diseño está basado enteramente en esto. Encontrarle una falla o defecto a un sistema biológico por el hecho de que no cumpla con el estándar óptimo, algo a lo que Gould recurre regularmente, es simplemente facil. Al desconocer los objetivos del diseñador, Gould no se encuentra en una posición de decir si el diseñador propuso un compromiso defectuoso con respecto a los objetivos.

No obstante, la idea de que el diseño inteligente es sub-optimo fue tremendamente exitosa a la hora de detener la discusión acerca del diseño. Curiosamente, este éxito no provino del análisis de alguna estructura biológica determinada, ni de la demostración posterior acerca de cómo la optimización reducida de esta estructura pudo haber sido mejorada. Esto constituiría un análisis científico legítimo, como también que las mejoras propuestas pudieran ser implementadas de forma concreta y no degenerara la ejecución deseada del sistema. Uno puede llegar a imaginar algún perfeccionamiento, pero no tiene idea si podría ser efectuado, o si tal mejora, en el caso de que pueda ser efectuada, no causaría una deficiencia en otra parte.

En mis conferencias públicas pregunté acerca del supuesto diseño sub-optimo del organismo humano. Entre las cosas de las cuales se acusa al diseñador  del cuerpo de haber diseñado mal, están la convergencia de la laringe y el esófago en la faringe, que resulta en una gran susceptibilidad a atragantarse; una construcción defectuosa de la espalda que provoca a largo plazo el dolor de espalda, e incluso, en algunos casos de accidentes, la pérdida de motilidad; una pelvis deficiente en las mujeres que trae como consecuencia la dificultad de dar a luz; la pequeñez de la mandíbula humana que resulta en la incapacidad de acomodar a la “dentadura de primate” (la consecuencia más notable se hace ver con los problemas que surgen con la dentadura de juicio). Sin embargo, en el punto más alto de la lista se encuentra la disposición “patas para arriba” del ojo humano. El problema que tienen los biólogos evolucionistas con el ojo humano es que el tal presenta una retina invertida. De acuerdo con esto, los fotorreceptores están orientados en el ojo de tal forma que se encuentran a distancia de la luz entrante y situados por detrás de los nervios y vasos sanguíneos, de los cuales se ha dicho que obstruyen a la luz ingresante.

En realidad, parecen existir buenas razones funcionales para esta construcción. Un sistema visual necesita tres cosas: velocidad, sensibilidad y resolución. La velocidad no se ve afectada por la conexión inversa. También la resolución parece no encontrarse afectada (salvo por una pequeñísima manchita transparente, con la cual el cerebro parece trabajar sin dificultad). En efecto, no existe evidencia de que la retina de los cefalópodos (pulpos y calamares), que se encuentra “correctamente conectada” al tener los receptores orientados hacia adelante y a los nervios plegados hacia atrás, es mejor definiendo objetos en el campo visual. Desde el punto de vista de la sensibilidad, parece que existen buenas razones funcionales para esta inversión de la retina. Las células de la retina son las que más oxigeno necesitan de todas las células del cuerpo humano. Pero ¿en qué momento estas precisan de la mayor cantidad de oxígeno? El requerimiento de oxígeno es el máximo cuando la luz incidente es mínima. El presentar un suministro de sangre en frente de los fotorreceptores garantiza que las células de la retina tengan a su disposición el oxígeno que necesitan para ser tan sensibles como sea posible ante una eventual incidencia mínima de luz. (Algunos vertebrados que presentan a sus retinas invertidas, son sensibles de tal manera que pueden de captar apenas unos pocos fotones).

Ahora bien, mi punto no es que el ojo humano no pueda ser perfeccionado o que en última instancia sea óptimo.  Mi punto, más bien, es que el hecho de dirigir la atención a una retina invertida no hará de esto una razón para pensar que los ojos con esta estructura son sub-óptimos. En efecto, no existen sobre la mesa propuestas concretas acerca de cómo el ojo humano pudo mejorarse de tal manera que garantice que no haya pérdida de velocidad, sensibilidad o resolución. Esto es una ironía sin sentido: el sistema excelentemente visual del cual se supone que su diseño es de mala calidad y no digno de haber sido construido por el diseñador es, no obstante, suficiente para decirnos que el ojo es inferior. Estudiamos al ojo a través del ojo. Y aún la información que el ojo nos entrega se supone que demuestra que el ojo es inferior. Este es uno de los muchos casos en los que los biólogos evolucionistas muerden a la mano que les da de comer.

El diseño es una cuestión de compromiso. No hay ningún problema con que  nos guste agregar algo o mejorar a los diseños existentes confiriéndoles funcionalidades adicionales. Sería genial que el ojo humano pudiera gozar de todas sus funcionalidades sin esas minúsculas manchitas imperceptibles. Sería estupendo que el sistema de respiración y el de ingestión conservasen toda su funcionalidad y que a su vez se redujese la incidencia de atragantamiento. Sería muy bueno que nuestras espaldas funcionen como funcionan y que a la vez no nos generen dolor en ciertas situaciónes. Sería lo ideal que la pelvis femenina pudiese funcionar tan bien como funciona y que, sin embargo, se disminuya la dificultad a la hora de parir niños. Sería espléndido que nuestra primera dentadura funcionase perfectamente y no prescindiéramos de dientes y muelas de juicio. Pero cuando se levanta una objeción sobre un diseño acusándolo de ser sub-optimo, invariablemente uno encuentra solo a las funcionalidades adicionales mencionadas, pero no detalles acerca de cómo estas pueden ser implementadas. Y cuando hablamos de diseño, el diablo está en los detalles.

Y aún si los detalles aparecieran, estaríamos caracterizando al diseño solo en base a su calidad (por ejemplo, grado de excelencia). Y aún aquí tenemos que ser cuidadosos. Solo porque el diseño pueda ser mejorado en el sentido de incrementar su funcionalidad en algún aspecto del organismo, eso no significa que tal mejoría será beneficiosa dentro del ancho ecosistema en el cual se encuentra incluido el organismo. La funcionalidad de un depredador puede ser vastamente perfeccionable, pero también puede convertir al predador en uno más dañino para su presa y por consiguiente alterar drásticamente el balance del ecosistema, algo concebiblemente perjudicial para el ecosistema entero. En sus críticas al diseño, los biólogos tienden a colocar su interés sobre las funcionalidades de organismos individuales y ven al diseño como óptimo en el nivel en el cual aquellas funcionalidades se encuentran maximizadas. Pero los diseños elevados de los ecosistemas enteros pueden requerir que los diseños inferiores en los organismos individuales no alcancen su máxima función.

Nuestra visión del diseño también se encuentra muy amoldada por las competencias deportivas. Siempre buscamos ser más rápidos, superiores, altos y fuertes. Pero ¿buscamos realmente ser más rápidos, superiores, altos y fuertes sin un límite? Por supuesto que no. Son precisamente los límites sobre las funcionalidades los que hacen interesante al juego de la vida. (Esta es la razón por la que muchos juegos emplean desventajas). Un jugador de futbol de quinientas libras de peso y con más de 7 piernas, con la fuerza de un gorila y la velocidad de un guepardo sería instantáneamente descalificado de la competencia, porque solo por jugar el juego con la mejor de las habilidades, un jugador tal destrozaría o mataría a los jugadores convencionales que se le crucen por el camino.

Los fans asistirían al juego solo por la novedad o por su deseo de ver sangre, pero un jugador como este destruiría al drama competitivo del deporte. En efecto, este superjugador destruiría o les quitaría a los demás el interés de participar en una competición como esta, y ahí sí que dejaría de ser un juego. Igualmente, un predador como el tal acabaría con todas las presas, y después se extinguiría. O si la supercriatura fuese omnívora y se reprodujera de la forma óptima (como los conejos y las bacterias) hasta terminar con toda la vida, otra vez, después de esto, se extinguiría (a no ser que se convierta en un organismo autótrofo y sintetice su propio alimento, tal como lo hacen algunos organismos unicelulares).

La biología es, entre otras cosas, un drama. Los dramas interesantes requieren de personajes que sean inferiores a los considerados óptimos. De hecho los autores de los dramas humanos diseñan concienzudamente a estos personajes atribuyéndoles defectos y debilidades. ¿Sería Hamlet interesante si Shakespeare no hubiese diseñado al personaje con ciertos defectos y debilidades, tales como su grado de indecisión?

No estoy diciendo que lo defectuoso y lo débil de las características del diseño de los organismos o los ecosistemas sean las bases para realizar una inferencia de diseño. Las inferencias de diseño se diagraman identificando en los sistemas rasgos que sean únicamente diagnostico de diseño. Al mismo tiempo, los desperfectos y las debilidades en las características del diseño de organismos o de ecosistemas pueden ser compatibles con los cambios evolutivos guiados por una inteligencia. En tal escenario evolutivo —en el cual no todos los aspectos de un organismo aislado son considerados óptimos— no se supone que cualquier cambio evolutivo guiado por alguna inteligencia, es necesariamente defectuoso.

Los críticos del diseño inteligente afirman repetidamente que ningún diseñador experto habría creado a todos los callejones sin salida que observamos en el registro fósil. Uno de mis críticos pregunta, ¿qué tiene de inteligente el propósito de crear especies destinadas a la extinción? o ¿por qué un diseñador inteligente crearía humanos con una columna pobremente adaptada para la locomoción bípeda? Si imaginamos a la evolución como progresiva [y esta es una respuesta filosófica propia del autor] en el sentido de que las capacidades de los organismos fueron refinadas y sus humildes orígenes perfeccionados por la selección natural a lo largo del tiempo, entonces parece implausible que un diseñador sabio y benevolente pudiera haber guiado tal proceso. Pero si imaginamos a la evolución como regresiva, en respuesta a una estructura moral distorsionada, resultante de una rebelión humana en contra del diseñador en el punto de inicio temporal, entonces sería posible que un diseñador sin defectos pudiera haberse valido de un proceso evolutivo imperfecto como el medio para inducir al universo pródigo a colocarse bajo su visión de la realidad.  

Nos hemos alejado mucho del la cuestión científica, y por una buena razón. Al argumentar que la naturaleza no pudo ser diseñada porque varios sistemas biológicos son sub-óptimos, los oponentes del diseño inteligente han cambiado los términos de la discusión, desde lo científico a lo teológico. En lugar de ¿Cómo puede una estructura existente ser perfeccionada? La pregunta se transforma en, ¿es realmente digno de una deidad crear una estructura como esta? Gould ha sido un experto en el cambio de tema. Por ejemplo, en The Panda´s Thumb, el escribió:


“Si Dios ha diseñado una máquina maravillosa a fin de reflejar su sabiduría y poder, seguramente no se habría valido de una colección de partes usadas generalmente para otros propósitos… las disposiciones desparejas y las soluciones graciosas son la prueba de la evolución —caminos por los cuales un Dios sensible no andaría, pero que los procesos naturales, reducidos por la historia, recorrerían con atrevimiento”.


Aquello que Gould estaba criticando aquí es el “pulgar” del oso panda, una extrusión ósea que le ayuda al panda a desmenuzar el bambú, en particular su dura corteza, y como consecuencia hace que el bambú sea fácil de comer para el panda. (De hecho, el “pulgar” del panda, que en realidad es un sesamoide radial alargado, es extremadamente efectivo a la hora de hacerle fácil la tarea alimenticia al oso).

La primera cuestión que necesita ser contestada acerca del pulgar del panda, y en efecto acerca de cualquier estructura biológica, es si esta despliega señales claras de inteligencia. El teórico del diseño no supone que toda estructura biológica es diseñada. Mecanismos naturales como mutación y selección operan en la historia natural para adaptar a los organismos a sus ambientes. Tal vez el pulgar del panda es una adaptación. No obstante, los mecanismos naturales son incapaces de generar estructuras altamente específicas y ricas en información que abundan en la biología. Los organismos despliegan patrones típicos de sistemas tecnológicos inteligentemente pensados —almacenamiento de información y transferencia, códigos funcionales, sistemas de ordenamiento y distribución, autorregulación y ciclos de retroalimentación, circuitos de transducción de señal—  y en todas partes, las combinaciones complejas de partes mutuamente interdependientes y bien ensambladas trabajan como en un concierto a fin de desempeñar una función. Los oponentes del diseño inteligente están apegados a equivocaciones, valiéndose de ataques ad hominem, quemando espantapájaros o haciendo afirmaciones teológicas simplistas en lugar de científicas. A lo que no se apegan es a la evidencia pasmante de diseño inteligente, punto que, por lo menos, deberían intentar refutar de una forma lógica.



Autor: William Dembski -Tiene un Ph.D. en filosofía (Universidad de Illions en Chicago) y un Ph.D. en matematica (Universidad de Chicago). Es uno de los principales teóricos del Diseño Inteligente y ha escrito varios libros sobre la temática. Es autor del primer libro del Diseño Inteligente publicado por una editorial universitaria renombrada: The Design Inference: Elimitating Chance Through Small Probabilities. (Cambridge University Press, 1998). Es investigador del Discovery Institute.


Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNT, Argentina.


Fuente:  Dembski, W. (2004) The Design Revolution: Answering The Toughest Questions About Intelligent Design, IVP Books, p. 57-63.



2013-02-24

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El Diseño Inteligente ¿Es falsable? —Michael Behe


Algunos críticos de Darwin´s Black Box (Behe 1996) han levantado algunas objeciones filosóficas contra el diseño inteligente. Discutiré acerca de algunas de estas durante las pocas secciones que vienen, comenzando con el asunto de la falsabilidad. A la hora de decidir si es o no falsable, primero uno debe estar seguro acerca de lo que significa “diseño inteligente”. Solo por la frase, alguno quizás interprete que las fuerzas de la naturaleza están en sí mismas diseñadas para producir vida y sistemas complejos, algunos de los cuales son capaces de estudiarlas. De hecho, una posición como esta fue tomada por el físico Paul Davies y el genetista Michael Denton en sus recientes libros The fifth Miracle: The search for the Origin and Meaning of Life (Davies 1999) y Nature`s Destiny: How the Laws of Biology Reveal Porpouse in the Universe (Denton 1998), respectivamente. Esta postura también parece tener en su lista a la National Academy of Science:

“Muchas personas religiosas, incluso muchos científicos sostienen la idea de que Dios creó al universo y a los distintos procesos que conducen la evolución física y biológica, y que estos procesos luego dieron como resultado la formación de las galaxias, nuestro sistema solar y la vida en la Tierra. Esta creencia, que a veces es designada como “evolución teísta”, no está en desacuerdo con las explicaciones científicas de la evolución. En efecto, refleja al carácter notable e inspirador del universo físico estudiado y revelado por la ciencia”.  (National Academy of Sciences, 1999, p. 7).

Bajo tal visión aún si observáramos a sistemas complejos nuevos siendo producidos vía presión selectiva en el campo o en el laboratorio, el diseño no sería falseado ya que el tal se encontraría incluido dentro de las leyes naturales. Sin hacer ningún comentario sobre los méritos de esta posición, solo déjenme decirles que este no es el significado que le asigné a la frase. Por “diseño inteligente” me refiero a un diseño que está implicado más allá de las leyes naturales. Esto es tomando a las leyes naturales tal como han sido dadas y preguntandonos ¿existen otras razones como para concluir que la vida y los sistemas que la componen han sido ordenados intencionalmente? Sea en mi libro, o en este ensayo, siempre que me refiera al diseño inteligente (DI) lo hago en el sentido tajante de diseño por encima de las leyes. Virtualmente, todos los críticos académicos de mi libro han tomado la frase con el sentido tajante que yo le di.

Bajo este sentido objetivo el DI no fue muy bien recibido por la National Academy, por una razón específica:

“El diseño inteligente… no es ciencia debido a que no es testeable por los métodos de la ciencia”. (National Academy of Science, 1999, p. 25)

En la revisión que hizo de Darwin´s Black Box for Nature, Jerry Coyne, un profesor de biología evolutiva de la Universidad de Chicago, explica por qué él también piensa que el diseño inteligente no es falsable:

“Si uno acepta la idea de Behe de que tanto la evolución como la creación pueden trabajar juntas, y que los fines del Diseñador son insondables, entonces uno se enfrenta con una teoría hermética, de la cual no puede probarse que está equivocada. Puedo imaginar evidencia que haría falsable a la evolución (un fósil de homínido en el precámbrico sería algo interesante), pero no una que haga falsable a la teoría complicada de Behe. Aún si, después de un gran esfuerzo, llegáramos a ser capaces de explicar la evolución de una ruta bioquímica compleja, Behe simplemente podría afirmar que la evidencia de diseño reside en las otras rutas inexplicables. Ya que no explicaremos a todas, siempre existirá evidencia para el diseño. Este creacionismo regresivo quizás parezca sagaz y astuto, pero ciertamente no es ciencia”.

Sin embargo, la conclusión de Coyne de que el diseño no es falsable parece estar aventajada por los argumentos de otros críticos de mi libro. Claramente, Russell Doolittle (Doolittle 1997), Kenneth Miller (1999) y otros han presentado argumentos científicos avanzados intentando falsear al DI. (Lea mis artículos acerca de la coagulación sanguínea y el “test ácido” en este sitio web). Si los resultados con los ratones (Bugge, et al) hubiesen sido como los esperados por Doolittle al comienzo, o si el trabajo de Barry Hall (Hall 1999) hubiese demostrado efectivamente el implícito de Miller, entonces ellos creerían de forma correcta que mis afirmaciones sobre la complejidad irreductible han sufrido un duro golpe. Y como mi planteo del diseño inteligente requiere que un proceso no-inteligente sea insuficiente para producir sistemas irreduciblemente complejos, como consecuencia la plausibilidad del DI estaría en graves problemas. Otros científicos, incluso aquellos de la National Academy of Science´s Steering Committe on Science and Creationism, en comentarios sobre mi libro han señalado evidencia física (tal como la estructura similar de la hemoglobina y la mioglobina) de la cual ellos piensan que demuestra que los sistemas bioquímicos irreduciblemente complejos pueden ser producidos por selección natural:

“Sin embargo, las estructuras y procesos caracterizados como “irreduciblemente” complejos típicamente no lo son cuando se los coloca bajo una inspección minuciosa” (National Academy of Science, 1999, p. 22).

Bien, uno no puede estar en los dos lados a la vez. No puede uno decir que el DI no es falsable, y a la vez decir que existe evidencia contra él. O es no-falsable y flota en el aire serenamente a pesar de los reproches experimentales, o puede ser criticado sobre la base de nuestras observaciones y por consiguiente testeado. El hecho de que los críticos presenten evidencia en contra del DI (acertada o no) demuestra que el diseño inteligente es, en efecto, falsable.

Con toda seguridad, mis argumentos sobre el diseño inteligente están abiertos a directas refutaciones experimentales. He aquí un experimento pensado con el propósito de dejar al punto aclarado. En Darwin´s Black Box, he afirmado que el flagelo es irreduciblemente complejo y por ende precisa de un diseño inteligentemente planeado. El punto clave de esta afirmación es que el flagelo no puede ser producido simplemente por selección natural actuando sobre mutaciones aleatorias, o cualquier otro proceso no-inteligente. Para falsear tal planteo, los científicos debieran ir al laboratorio, colocar a especies bacterianas que carezcan de flagelos bajo una presión selectiva (que los induzca a la movilidad), hacer esto durante diez mil generaciones, y observar si fue producido algún flagelo o algún sistema complejo similar. Si esto sucediese, mi planteo sería claramente refutado. [Por dudas sobre la credibilidad de tal experimento vea la referencia (1)]

¿Y qué acerca de aquello a lo que se refiere Coyne, de que si fuese demostrado que un sistema es el resultado de la selección natural, los proponentes del DI simplemente afirmarían que otro sistema fue diseñado? Pienso que esta objeción tiene poca fuerza. Si se demostrara que la selección natural es capaz de producir un sistema de cierto grado de complejidad, luego el supuesto sería que también pudo haber producido algún sistema de complejidad igual o menor. Si Coyne demostrara que el flagelo (el cual requiere aproximadamente cuarenta productos génicos) pudo ser producido por selección natural, sería necio o bobo declarar que el sistema de coagulación sanguínea (el cual consiste de 20 proteínas) necesita de diseño inteligente.

Me ubico del otro lado de la mesa y pregunto: ¿Cómo puede uno falsear al planteo de que el flagelo bacteriano fue construido por un proceso Darwiniano? (El ejemplo de Coyne acerca de un fósil homínido en el precámbrico es irrelevante dado que discuto el mecanismo de selección natural, no el ancestro común. No estoy más expectante que él de encontrar un fósil de homínido fuera de secuencia). Si un científico fuese al laboratorio e hiciese crecer especies bacterianas sin flagelos bajo presión selectiva durante muchas generaciones, y nada significativo pasase ¿Se convencerían los Darwinistas de que la selección natural es incapaz de producir un flagelo? Lo dudo. Siempre se podría objetar que la presión selectiva no fue la correcta, o que la investigación se inició con las especies incorrectas de bacterias, o cualquier otra cosa. Aún si el experimento fuese repetido muchas veces, bajo condiciones diferentes y siempre diese un resultado negativo, sospecho que muchos Darwinistas no concluirán que su argumento de evolución Darwiniana fue falseado. El mismo Coyne escribe lo siguiente acerca de los sistemas bioquímicos complejos:

“Puede que por siempre seamos incapaces de diagramar a las rutas bioquímicas primitivas. Sin embargo, no es válido asumir que por el hecho de que uno no pueda imaginar tales procesos, nunca existieron”. (Coyne 1996)

Si una persona acepta procesos evolutivos que no solo son inobservables, sino que también incapaces de diagramarse, será en efecto imposible de hacerle pensar que está equivocado.

Kenneth Miller publico un “test ácido” para probar la habilidad de la selección natural de producir sistemas irreduciblemente complejos. Él posteriormente declaró que el test fue superado y proclamó a todas voces que el diseño inteligente había sido falseado (Kenneth Miller 1999, Behe is Wrong, p. 147). Pero sí, como ciertamente me parece a mí, el sistema de la lactosa de E. coli no superara el “test ácido” ¿Consideraría Miller que el Darwinismo fue falseado? Creo que no. Él seguramente diría que el experimento se comenzó con el tipo incorrecto de especies bacterianas, se usó una presión selectiva equivocada, y así. De esta manera, queda claro que este “test ácido” no es un test del Darwinismo; solamente es aplicado al diseño inteligente. El mismo modo de testeo fue empleado por Russell Doolittle. Él señaló que los resultados de Bugge et al (1996) son un argumento en contra del diseño inteligente. Pero si los resultados fueran los opuestos a los que originalmente pensó que obtendría, el Dr. Doolittle no abandonaría al Darwinismo.

Parece ser que, contra la intuición de algunos, este diseño inteligente es absolutamente susceptible a la falsabilidad, al menos en los puntos puestos en cuestión. El Darwinismo, por otro lado, parece ser completamente impenetrable de cualquier falsabilidad. Esto se ve claramente cuando uno examina los planteos básicos de dos ideas con respecto a un sistema bioquímico en particular: el flagelo bacteriano. El postulado del diseño inteligente es que “Ningún proceso no-inteligente pudo haber producido a este sistema”. El postulado del evolucionismo es que “Algún proceso no-inteligente (incluyendo a la selección natural y mutaciones aleatorias) pudo producir este sistema”. Para falsear al primero uno solo necesita demostrar que al menos un proceso no-inteligente pudo producir al sistema. Para falsear al segundo uno tendría que demostrar que el sistema no pudo ser formado por ninguno de un número potencialmente infinito de procesos no-inteligentes, lo cual es, en efecto, imposible de hacer.

Pienso que el profesor Coyne y la National Academy of Sciences plantean las cosas al revés. Un punto fuerte del diseño inteligente es justamente su vulnerabilidad a la falsabilidad. (De hecho, a algunos de mis críticos religiosos no les gusta la teoría del diseño inteligente porque les preocupa que sea falsable, y como consecuencia la teología parezca sufrir otro duro golpe por parte de la ciencia. Vea, por ejemplo, Filestra 1998). Un punto débil de la teoría Darwiniana es su resistencia a ser falsable. ¿Qué evidencia experimental debiera ser encontrada como para que sea falsable el enunciado de que las máquinas moleculares complejas evolucionaron a través de un mecanismo Darwiniano?



Autor: Michael Behe. Recibio el doctorado en Bioquimica de la Universidad de Pensilvania en el año 1978. Actualmente trabaja como profesor en la Universidad de Leigh, como investigador en el Discovery Institute. Es uno de los principales teóricos del Diseño Inteligente y ha escrito varios libros sobre la temática. Su libro Darwin's Black Box: The Biochemical Challengue to Evolution fue seleccionado por la revista National Review y World como uno de los 100 libros más importantes del siglo 20. 


Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNT, Argentina.


Fuente: Behe, M. (2000) Objeciones Filosóficas contra el Diseño Inteligente: Respuesta a las Criticas. Discovery Institute, Seattle. (Puedes encontrar este articulo en http://www.discovery.org/a/445)


REFERENCIAS


(1) Kenneth Miller dejó a los lectores de Finding Darwin´s God con la impresión de que un proceso como el tal ocurriría muy fácilmente. Él escribe: “Si la microevolución puede rediseñar un gen en menos que doscientas generaciones (¡para lo cual estaríamos hablando de solo trece días!), ¿qué principios de la bioquímica o la biología molecular evitarían el rediseño de decenas o cientos de genes a lo largo de pocas semanas o meses, para producir nuevas especies? No existen tales principios, por supuesto…”. (Miller 1999, p. 108) Bien, entonces, ¿por qué simplemente el no toma las especies bacterianas adecuadas, les quita los genes que sintetizan sus flagelos, coloca a las bacterias bajo presión selectiva (que induzca movilidad), y produce experimentalmente un flagelo —o cualquier sistema de complejidad similar— en el laboratorio? (Un flagelo, después de todo, solo tiene entre 30 y 40 genes, no los cientos de los cuales Miller afirmo que serían fácil de rediseñar para la selección natural). Si el hiciera esto, mis planteos serían absolutamente falseados. Pero él no lo intentará, porque está exagerando groseramente la probabilidad de éxito.  



2013-02-22

Filogenia de una enzima revela un caso impresionante de evolución convergente —Jonathan McLatchie



La evolución convergente y los indicios filogenéticos discordantes son temas que han sido muy discutidos en Evolution News and Views (por ejemplo, aquí). El hecho de que exista demasiado conflicto filogenético en cada nivel del árbol de la vida carcome a uno de los argumentos a favor del ancestro común (que la distribución jerárquica de diferencias y similitudes denota un patrón similar a un árbol de familia).

Un caso particularmente increíble de evolución paralela fue presentado el año pasado en una publicación en Biology Direct. Los autores reportaron un análisis filogenético de los genes que facilitan la producción de tetrahimanol, un componente que puede ser sintetizado en ausencia de oxígeno molecular (Takishita et al., 2012).

Cuando fue construida la filogenia de los genes que codifican a la enzima responsable de la síntesis del tetrahimanol (Escualeno Tetrahimanol Ciclasa, o STC) se encontró que las “secuencias pertenecientes a eucariotas filogenéticamente distantes (ciliados, excavados, un hongo y un animal) formaron un grupo monofilético dentro de la radiación de la STC con un soporte del 100 % de ML bootstrap y una probabilidad de 1.00 en el análisis Bayesiano”. Esto deja una herencia vertical implausible para la STC ya que se necesitarían “docenas de perdidas paralelas de genes de la STC en muchos linajes eucariotas que corrientemente carecen de este gen”.    

Los autores intentan resolver el problema aludiendo a la posibilidad incongruente de que “el gen de la STC ha sido transferido lateralmente entre eucariotas divergentes a través de un mecanismo desconocido”. Por consiguiente, ellos atribuyen los genes compartidos a la transferencia horizontal de genes (sin ofrecer el tipo mecanismo), una explicación que se convierte en un “todo-vale” a la hora de aclarar los conflictos graves entre las filogenias evolutivas.

En efecto los autores son incapaces de “encontrar algún rastro de vectores LGT putativos tales como elementos transponibles en los flancos de los genes de la SCT en el genoma de los ciliados Tetrahymena y Paramecium,” y admiten no haber encontrado “hasta la fecha ningún homologo distante de la SCT que sea codificado por algún genoma mitocondrial”, dando a entender que “no existe evidencia que relacione a los ejemplos hallados con una transferencia de genes endosimbiótica desde un ancestro mitocondrial (o plastidial) y ninguna otra razón para pensar que tales organelas son relevantes en este caso de transferencia génica”.

Este ejemplo solo es una representación muy significativa de un problema mucho más grande. Como ya se ha registrado: “el conflicto filogenético es común, y frecuentemente la regla en lugar de la excepción” (Dévalos et al, 2012).


¿Es posible que la verdadera razón por la que esta discordancia filogenética es significativa y abundante se deba a que los biólogos evolucionistas están viendo a la biología con los lentes incorrectos? ¿Puede que la razón por la que existe mucho conflicto a la hora de correlacionar a los organismos, se deba que no existe tal árbol?


Autor: Jonathan McLatchie – Tiene un  MRes en biología evolutiva y sistematica de la Universidad de Glasgow. Actualmente es redactor de Evolution News and Views.


Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en UNT, Argentina.




2013-02-21

Behe no ha sido refutado en lo que refiere al flagelo —Jonathan McLatchie




Quienes en algún momento de su tiempo han estado leyendo literatura concerniente a la controversia DI/Evolución estarán, de seguro, familiarizados con la típica respuesta evolucionista al argumento de la complejidad irreductible de Behe, en particular referida al flagelo. Al parecer, en la mayoría de los darwinistas existe una unanimidad de opinión con respecto a que el planteo de la complejidad irreductible aplicada al flagelo bacteriano ha sido refutado, y de que los proponentes del DI estamos constantemente cambiando las reglas del juego, hundiéndonos más y más, y aferrándonos a argumentos meramente superficiales. Como era de esperar, hace poco una persona escribió en facebook:


“Lo que más me fastidia de los proponentes del Diseño Inteligente es que nunca se rinden. ¿Cuántas veces hay que decirte que tal cosa es un error para que tú lo admitas? ¿Cuántas veces debe ser refutado el DI a través de trabajos reconocidos y publicados para que tu reconozcas de que se trata de una causa perdida? La historia de la complejidad irreductible del flagelo bacteriano se encuentra completa y absolutamente cerrada. Esto es un error. El juego ha terminado”.


Recientemente, en el comedor del bar Q&A en el que se realizaba una sesión sobre Fe y Ciencia, presenté al flagelo como un ejemplo documentado de complejidad irreductible y recibí respuestas muy parecidas.

Pero ¿es esta afirmación realmente correcta? Este argumento ¿ha sido refutado por las críticas? Hace un año atrás leí el libro Why Intelligent Design Fails - A Scientific Critique of the New Creationism (editado por Matt Young and Taner Edis). El capítulo 5 de esta obra fue aportado por Ian Musgrave, y se encuentra titulado como “Evolution of the Bacterial Flagelum”. Dirigido como respuesta a Michael Behe y William Dembski, Musgrave intenta hacer desvanecer, de una vez por todas, la noción de complejidad irreductible. Mientras leía este capítulo, recuerdo haberme sentido muy poco impresionado. En la página 82, Musgrave ofrece el siguiente argumento:


“He aquí un escenario de la evolución del flagelo bacteriano: primero surge un sistema de secreción, basado en un eje SMC y un complejo del poro, y el cual fue el antecesor común entre el Sistema de Secreción de tipo III y el sistema flagelar. La asociación de un canal iónico (el cual después se convertirá en la proteína del motor) a esta estructura permitió desarrollar la función de secreción. Aún hoy, las proteínas del motor, las cuales forman parte de una familia de proteínas que impulsan la secreción, pueden fácilmente disociarse y re-asociarse a la estructura flagelar. El eje y el complejo del poro tal vez ya podían rotar en este estado, tal como ocurre en algunos sistemas en los que el giro se produce por deslizamiento, sin motor. Un filamento proto-flagelar apareció después como parte de la estructura de secreción proteica (comparar con el pilus de Pseudomonas, los apéndices filamentosos de Salmonella, y las estructuras filamentosas de E. coli). El movimiento alternado entre el deslizamiento y el impulso motriz apareció en el siguiente estado o después, y luego fue refinado en el típico movimiento de natación. La regulación y la conmutación se pueden agregar luego, ya que existen bacterias modernas que, aunque carecen de estos atributos, mantienen un excelente desempeño en sus ambientes (Shah y Sockett 1995). En cada estado aparece un beneficio junto con el cambio de estructura”.

 
En efecto, Mark Pallen y Nick Matzke construyen un argumento similar en su artículo publicado en la Revista Nature en 2006 (un trabajo que fue citado por un miembro de la audiencia durante la visita reciente de Behe al Reino Unido). Ken Miller también es conocido por sus ya rutinarias afirmaciones parecidas con respecto a la evolución del flagelo a partir de un Sistema de Secreción de Tipo III, ampliamente basado en consideraciones sobre las homologías de secuencia en las proteínas.

Por lo tanto ¿logran estos puntos derribar de una vez por todas al trabajo molesto y fastidioso del Diseño Inteligente? Bien, actualmente no. En realidad, los argumentos de todos los señores anteriormente mencionados trivializan varias cuestiones importantes.

Primero y principal, trivializan la complejidad y sofisticación pura del sistema flagelar —tanto del aparato de ensamblaje, así como el diseño artístico de su estructura estable—. En la actualidad, el proceso a través del cual el flagelo es auto-ensamblado es de tal manera sofisticado que tengo que hacer un gran esfuerzo para explicarlo de forma accesible para aquellas personas que no lo conocen. Este conjunto de conceptos es difícil de asimilar por aquellos que no están acostumbrados a imaginar un sistema tal, o por aquellos que lo estudian por primera vez. Pero, al mismo tiempo, las bases mecánicas del ensamblaje flagelar adquieren un aire de elegancia e hipnotismo tal que la pura brillantez de ingeniería del flagelo —y, efectivamente, la magnitud del desafío que trae al darwinismo— no puede ser adecuadamente apreciada sin un mínimo conocimiento superficial de sus operaciones. Echemos un breve vistazo.

El auto-ensamblaje del aparato flagelar.

La síntesis del flagelo bacteriano requiere la expresión orquestada de más de 60 productos génicos. Su biosíntesis dentro de la célula se encuentra orquestada por genes que están organizados en una cascada ordenada de forma precisa, en la cual la expresión de un gen a un nivel dado requiere la expresión previa de otros genes a un nivel superior. El paradigma, u organismo modelo, del ensamblaje flagelar es Salmonella, una bacteria de la familia de las Enterobacteriaceae. Como consecuencia mi discusión se centra principalmente en Salmonella, salvo que lo indique de otra manera.

El sistema flagelar de Salmonella cuenta con tres clases de promotores (un promotor es semejante a un tipo de interruptor molecular el cual es capaz de iniciar la expresión cuando es reconocido por la ARN polimerasa y una proteína especializada asociada a esta, denominada “factor sigma”). Estos tres promotores son conocidos como “Clase I”, “Clase II” y “Clase III”. Su transcripción secuencial se encuentra asociada al proceso de ensamblaje flagelar. La Clase I contiene solo dos genes en un operón (nombrados como FlhD y FlhC). La clase II consiste en 35 genes distribuidos en ocho operones (incluyendo genes implicados en el ensamblaje del gancho junto con el cuerpo basal y otros componentes del flagelo, así como también el aparato exportador  y dos genes reguladores designados como “FliA” y “FlgM”). Aquellos genes involucrados en la síntesis del filamento se encuentran controlados por los promotores de Clase III.

El promotor de Clase I conduce la expresión de un regulador superior (particular de las Enterobacteriaceae, entre las cuales Salmonella está incluida) denominado “FldH4C2” (¡no se preocupe en recordarlo!). Una vez que ha entrado en acción, el regulador maestro actúa sobre los promotores de Clase II y lo hace en asociación con un factor sigma, σ70 (recuerde, anteriormente dije que el factor sigma de la ARN polimerasa es una proteína capaz de vincularse de forma específica a los promotores génicos). A continuación, los promotores de Clase II son responsables de la expresión génica de las subunidades y reguladores del gancho y el cuerpo basal, incluyendo otro factor sigma nombrado como σ28 (el cual es codificado por un gen denominado FliA) y su factor anti-sigma, FlgM (un factor anti-sigma, tal como el nombre lo sugiere, se une a un factor sigma a fin de inhibir la actividad de transcripción). El factor σ28 es precisado para activar a los promotores de Clase III. Pero aquí es donde potencialmente nos encontramos en un problema. No tiene ningún sentido comenzar con la síntesis de los monómeros de flagelina antes de que se complete la construcción del gancho y el cuerpo basal. Por consiguiente, con el objetivo de inhibir al σ28, el factor anti-sigma (FlgM) que es aludido arriba inhibe su actividad y la prohíbe actuando sobre la interacción que se forma con el complejo holoenzimático de la ARN polimerasa. Cuando la construcción del gancho y el cuerpo basal se encuentra finalizada, el factor anti-sigma FlgM es exportado (transportado hacia afuera de la célula) a través de las estructuras flagelares que fueron producidas por los genes de la Clase II. Luego y finalmente, los promotores de Clase III (que son responsables por la expresión de los monómeros de flagelina, el sistema de quimiotaxis y los motores generadores de fuerza) son activados por el σ28 y el flagelo puede ser terminado.

Pero esto se pone más interesante. El sistema de exportación flagelar (que es la vía por la cual FlgM es removido de la célula) tiene dos estados de especificidad de substrato: substratos de tipo eje/gancho y sustratos de tipo filamento. Durante el proceso de ensamblaje flagelar, la “llave” de especificidad de substrato debe ser “empujada” para que se cambie desde el estado precedente al último. Las proteínas que forman parte del gancho y el eje necesitan ser ser exportadas antes que aquellas que forman el filamento. Pero ¿cómo toma lugar este cambio de especificidad de substrato?

Una proteína transmembrana designada como FlhB es el elemento clave en este proceso. También existe una proteína reguladora del largo del gancho, denominada FliK, la cual está encargada de asegurar que la longitud del gancho sea de la medida correcta (55 nm). La misma proteína también es responsable del cambio de especificidad de substrato de exportación. Como no podría ser de otra forma, sin la FliK, la capacidad de cambiar a la exportación de filamento y el control de la longitud del gancho se pierden completamente. La FliK tiene dos dominios clave: el dominio N-terminal y el C-terminal. Durante el ensamblaje del gancho, el FliKN funciona como un sensor molecular y transmite información sobre la extensión del gancho. Cuando el gancho alcanza la dimensión correcta, la información es transmitida a FliKC y a FliKCT, resultando en un cambio conformacional, que termina ligando a la FliKCT con la FlhBC. Tal unión provoca un cambio conformacional en la FlhBC. Esto causa la inversión de la especificidad de substrato.



El ensamblaje flagelar se inicia en la membrana plasmática, continuando a través del espacio periplásmico y finalmente extendiéndose por fuera de la célula. El flagelo consiste principalmente en dos partes fundamentales: el sistema de secreción y la estructura axial. Los componentes principales de la estructura axial son FlgG para el eje, FlgE para el gancho y FliC para el filamento. Todos los cuales se ensamblan con la asistencia de una proteína cap. De estas, solo la FliD queda como resto por encima del filamento en el producto final. Otros componentes de la estructura axial (denominados FlgB, FlgC, FlgF) conectan al eje y al complejo de anillos MS. El gancho y el filamento se encuentran conectados por FlgK y FlgL.

Cuando el anillo C y el eje C se anclan al anillo M en su superficie citoplasmática, el complejo de anillos MS —el cual es el cimiento estructural del aparato— puede comenzar a secretar proteínas flagelares.

La estructura del eje es montada a través de la capa de peptidoglicano. Pero su crecimiento no es capaz de atravesar la barrera física que le presenta la membrana externa sin algún tipo de asistencia. De esta manera, el complejo del anillo externo hace un agujero en la membrana, tal que el gancho puede crecer bajo la coordinación de la FlgD hasta que alcance la extensión critica de 55nm. Luego los sustratos que están siendo sintetizados pasan del modo gancho-eje al modo flagelina, la FlgD puede ser reemplazada por proteínas asociadas al gancho y el filamento continua su formación. Sin la presencia de la proteína cap FliD, los monómeros de flagelina se pierden. Por consiguiente, esta proteína cap es esencial para que el proceso tenga lugar.

La evolución del flagelo a partir del TTSS no funciona.

Puede que alguno haya pensado que la descripción dada arriba debe ser más que suficiente como para ignorar a las trivializaciones extremas de Kenneth Miller et al. Pero la situación se complica más para la historia Darwinista. ¿Por qué exactamente la biosíntesis flagelar es así de orquestada y regulada? No solo que las demandas energéticas hacen del flagelo un sistema extremadamente costoso de hacer funcionar, sino que la expresión prematura de proteínas flagelares induce quizás una poderosa respuesta inmune en el sistema del hospedador, algo que la bacteria no busca.  

¿Cuál es la importancia de esto desde un punto de vista evolutivo? Si usted es una Yersinia en posesión de un Sistema de Secreción de Tipo III, la última cosa que usted haría es desplegar estos péptidos de flagelina a los macrófagos. Algo como tal no dudaría en ser perjudicial para los mecanismos antiinflamatorios de la Yersinia.

Conclusión

Mi descripción, dada arriba, solo ha rozado la superficie de este ítem espectacular de la nanotecnología (por más detalle, vea aquí). Por razones de brevedad aún no he discutido del proceso notable de la quimiotaxis, los dos componentes de la transducción de señal del circuito, la conmutación rotacional, y la fuerza protónica que pone en funcionamiento al flagelo (por detalles acerca de esto, vea mi discusión aquí, o por mas detalles, vea esta publicación de revista). La cuestión de fondo aquí es que la teoría moderna del Darwinismo —como clásicamente se entiende— en ningún lado ha concluido su explicación sobre el origen de esta máquina motriz extraordinaria, compleja y sofisticada. Quizás, al igual que las “explicaciones” darwinistas sobre el ojo que al comienzo parecen convencer a los novatos, poco familiarizados con las maravillas de la bioquímica y las bases moleculares de la visión; así también las “explicaciones” evolucionistas rápidamente se vuelven vacías y poco persuasivas cuando se considera los detalles moleculares del sistema. Cuando uno complementa los detalles dados arriba con la impotencia total del neo-Darwinismo de producir nuevos pliegues en las proteínas y nuevos sitios de unión proteína-proteína, surge la pregunta en la cabeza ¿puede este sistema auto-tejerse vía modificaciones pequeñas y sucesivas, etapa por etapa? Dado que la propuesta clave del darwinismo engaña en su supuesta eficacia a la hora de explicar la abundante apariencia de diseño, acaso ¿no indica su demostrada impotencia que es hora de considerar al postulado del diseño, ya antes colocado sobre la mesa, como una propuesta científica viable y respetable?

Douglas Axe del Biologic Institute demostró en un trabajo reciente publicado en la revista Bio-complexity que el modelo de duplicación génica y reclutamiento solo funciona cuando se requieren muy pocos cambios para adquirir una nueva utilidad o neo-funcionalización seleccionable. Si un gen duplicado es neutral (en términos de costo al organismo), el número máximo de mutaciones que una innovación puede requerir dentro de una población de bacterias se encuentra por arriba de seis. Si el gen duplicado tiene poco costo negativo de adecuación, el número máximo cae a dos o menos (no incluyendo a la duplicación misma).


Parece ser que el flagelo bacteriano es como mucho —y tal vez de forma extraordinaria— un desafío a la evolución Darwiniana tal como lo era allá por 1996, cuando Behe lo mencionó por primera vez en Darwin´s Black Box.


Autor: Jonathan McLatchie – Tiene un  MRes en biología evolutiva y sistematica de la Universidad de Glasgow. Actualmente es redactor de Evolution News and Views.


Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en UNT, Argentina.


Fuente: http://www.evolutionnews.org/2011/03/michael_behe_hasnt_been_refute044801.html.


 

La función mínima —Michael Behe


Hasta el momento hemos examinado la cuestión de la complejidad irreductible, y la hemos visto como un desafío a la evolución por etapas (ver aquí). Pero existe otra dificultad para Darwin. Mi lista previa de las dificultades que deja una ratonera irreduciblemente compleja ha sido muy generosa, ya que la mayoría de los artefactos que presenten los cinco componentes de una ratonera típica fallarán, no obstante, en cumplir su función. Si la plataforma estuviese hecha de papel, por ejemplo, la trampa fallaría. Además, si el martillo fuese muy pesado, acabaría rompiendo el muelle. Si el muelle estuviese flojo, no lograría mover al martillo. Si la barra de sujeción fuese muy corta, esta no alcanzaría al cepo. Si el cepo fuese muy largo, no relacionaría su función a la de las otras piezas. Se necesita una simple lista de componentes para hacer una trampa de ratones, pero no es suficiente como para construir una trampa de ratones que sea funcional.

Para ser candidato a la selección natural un sistema debe tener una función mínima: la capacidad de realizar un trabajo determinado bajo circunstancias físicamente realistas. Una ratonera elaborada con los materiales inapropiados no cumplirá con el criterio de función mínima; incluso existen máquinas que hacen todo aquello que se supone que deben hacer y, sin embargo, no son de mucha utilidad. Como ilustración, suponga que el primer motor fueraborda del mundo fue diseñado e introducido en el mercado. El motor funcionó débilmente quemando gasolina a ritmo controlado, transmitiendo su fuerza a lo largo del eje y haciendo rotar a la hélice, pero esta última roto a solo una revolución por hora. Esta es una hazaña tecnológica impresionante; después de todo, quemar gasolina cerca de una hélice no le hace daño al bote. Sin embargo, poca gente compraría tal máquina, porque falla al no cumplir su propósito de una forma adecuada y competente.

El rendimiento es el inadecuado debido a alguna de las razones siguientes. La primera razón es que la máquina no concluye el trabajo. Un grupo de pescadores que se encuentren en medio del lago sobre un bote con una hélice que gire muy lentamente no llegaran al puerto: las corrientes eventuales del agua y del viento sacarían de su curso a la embarcación. La segunda razón por la que el rendimiento sería el inapropiado se da si el aparato en cuestión es menos eficiente que el trabajo que se puede realizar por otros medios más simples. Ninguno usaría un motor fueraborda ineficiente cuando puede mover el bote por sí solo o con una vela.

A diferencia de la complejidad irreductible (en donde podemos enumerar partes discretas), la función mínima es a veces difícil de definir. Si una revolución por hora es insuficiente para un motor fueraborda; ¿Cómo lo serán cien? ¿O mil? No obstante, la función mínima es crítica en la evolución de las estructuras biológicas. Por ejemplo, ¿Cuál es la cantidad mínima de hidroquinona que puede detectar un depredador? ¿Cuánto cambio puede percibir de un aumento de temperatura en una solución? Si el predador no puede anoticiarse de una cantidad simple de hidroquinona o un de pequeño cambio de temperatura, nuestro cuento de Dawkins sobre la evolución del escarabajo bombardero queda guardado entre las historias de la vaca que salta sobre la luna. Los sistemas irreduciblemente complejos son calles horriblemente bloqueadas para la evolución Darwiniana; la necesidad de una función mínima exacerba el dilema.


Autor: Michael Behe. Recibio el doctorado en Bioquimica de la Universidad de Pensilvania en el año 1978. Actualmente trabaja como profesor en la Universidad de Leigh, como investigador en el Discovery Institute. Es uno de los principales teóricos del Diseño Inteligente y ha escrito varios libros sobre la temática. Su libro Darwin's Black Box: The Biochemical Challengue to Evolution fue seleccionado por la revista National Review y World como uno de los 100 libros más importantes del siglo 20. 

Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNT, Argentina.

Fuente: Behe, M. (1996) Darwin's Black Box: The Biochemical Challengue to Evolution, 10th ed. (2006) Free Press, New York, p. 45-47.