2015-10-21

El DI y los criterios de demarcación de las ciencias: ¿ciencia o pseudociencia? (parte II)—Stephen C. Meyer




 [Vea la parte I haciendo clic en este enlace]

La falencia general de los argumentos de demarcación.

Para fundamentar que el diseño "no debe considerarse una actividad científica,"[12] ciertos biólogos y otros científicos han afirmado que este no cumple con ciertos criterios objetivos de métodología o práctica científica. En resumen, estos biólogos han empleado los denominados argumentos de demarcación para separar un enfoque científico de los orígenes (descendencia) de un enfoque supuestamente no científico (diseño). No nos toca en este capítulo hacer un examen de los criterios particulares empleados en tales argumentos, pero en lugar de ello abordaremos la cuestión sobre la práctica general de la demarcación.

Desde el punto de vista de la filosofía de la ciencia, la utilización de argumentos demarcación ha sido generalmente problemática. Históricamente, los intentos de encontrar "invariantes" metodológicas que proporcionen un conjunto de condiciones necesarias y suficientes para distinguir la verdadera ciencia de la pseudociencia han fracasado.[13] Por otra parte, la mayoría de los argumentos de demarcación actuales presuponen una comprensión de cómo funciona la ciencia lo cual refleja la influencia de una filosofía científica conocida como positivismo lógico. Sin embargo, desde la década de 1950 los filósofos de la ciencia han rechazado de manera decisiva al positivismo por una serie de muy buenas razones. Como resultado, la empresa de la demarcación ha caído en el descrédito general entre los filósofos de la ciencia.

En su ensayo "The Demise of the Demarcation Problem," el filósofo de ciencia Larry Laudan da un breve pero completo boceto de los diferentes motivos que se han propuesto durante la historia de la ciencia para distinguir la ciencia de no-ciencia.[14] Señala que el primero de estos motivos en cuestión es el grado de certeza asociado con el conocimiento científico. La ciencia, se pensaba, podía distinguirse de la no-ciencia, porque la ciencia produce certeza mientras que otros tipos de investigación como la filosofía producían opinión. Sin embargo, este enfoque de la demarcación se vio en dificultades ya que los científicos y filósofos se dieron cuenta poco a poco del carácter falible de las disciplinas y teorías científicas. A diferencia de los matemáticos, los científicos rara vez proporcionan estrictas manifestaciones lógicas (pruebas deductivas) para justificar sus teorías. En su lugar, los argumentos científicos a menudo utilizan la inferencia inductiva y pruebas de predicción, ninguna de las cuales produce certeza. Como Owen Gingerich ha argumentado, gran parte de la causa de los conflictos de Galileo con el Vaticano provenía de la incapacidad de Galileo para cumplir las normas escolares de certeza deductiva, una norma que él consideraba como no relevante ni alcanzable por el razonamiento científico. [15] Episodios similares posteriormente dejaron en claro que la ciencia no posee necesariamente un estatus epistémico superior; el conocimiento científico, al igual que otros conocimientos, está sujeto a incertidumbre.

Durante el siglo XIX, los intentos de distinguir la ciencia de la no ciencia habían cambiado. Ya no había demarcacionistas que intentaban caracterizar la ciencia sobre la base del estatus epistémico superior de las teorías científicas; más bien, intentaron hacerlo sobre la base de los métodos de la ciencia para producir teorías. Así, la ciencia llegó a ser definida por referencia a su método, no su contenido. Los criterios de delimitación se convirtieron en metodológicos en lugar de epistemológicos.[16]

Sin embargo, este enfoque también se encontró con dificultades; no menos importante fue el amplio desacuerdo sobre lo que el método científico es en realidad. Si los científicos y filósofos no pueden ponerse de acuerdo sobre lo que el método científico es, ¿cómo pueden descalificar a disciplinas que no lo utilizan? Además, como la discusión de las ciencias históricas en la parte V hará claro, bien puede haber más de un método científico. Si eso es así, entonces los intentos de separar a la ciencia de la no-ciencia utilizando un único conjunto de criterios metodológicos muy probablemente fracasará. La existencia de una variedad de métodos científicos plantea la posibilidad de que no solo la caracterización metodológica de la ciencia sea suficiente para capturar la diversidad de la práctica científica. Por lo tanto, el uso de un único conjunto de criterios metodológicos para evaluar el estado científico podría resultar en la descalificación de algunas disciplinas que ya se consideran científicas.[17]

Dado que los problemas con el uso de consideraciones metodológicas crecieron, los demarcationistas cambiaron su foco de nuevo. A partir de la década de 1920, la filosofía de la ciencia dio un giro lingüístico o semántico. La tradición positivista lógica sostuvo que las teorías científicas podían distinguirse de las teorías no científicas no porque las teorías científicas se hayan producido a través de métodos únicos o superiores, sino porque estas teorías eran más significativas. Los positivistas lógicos afirmaron que todas las declaraciones significativas son o bien empíricamente verificables o lógicamente innegables. De acuerdo con este "criterio verificacionista de sentido," las teorías científicas son más significativas que las ideas filosóficas o religiosas, por ejemplo, porque las teorías científicas se refieren a entidades observables tales como los planetas, los minerales y los pájaros, mientras que la filosofía y la religión se refieren a un tipo de entidades no observables como Dios, la verdad y la moralidad.

Sin embargo, como es bien sabido, el positivismo pronto se autodestruyó. Los filósofos se dieron cuenta de que el criterio verificacionista del positivismo de significado no logró su propio estándar. Es decir, los supuestos del positivismo resultan ser ni empíricamente verificables ni lógicamente innegables. Además, el ideal verificacionista del positivismo ha tergiversado mucho la práctica científica real. Muchas teorías científicas se refieren a entidades no verificables y no observables como las fuerzas, los campos, las moléculas, los quarks y leyes universales. Mientras tanto, muchas teorías de dudosa reputación (por ejemplo, la teoría de la Tierra plana) apelan explícitamente al "sentido común" de las observaciones. Es evidente que el criterio de verificabilidad del positivismo no lograría la demarcación deseada.

Karl Popper
Con la muerte del positivismo en la década de 1950, los demarcationistas tomaron un rumbo diferente. Otros criterios semánticos surgieron, como la falsabilidad de Sir Karl Popper. Según Popper, las teorías científicas eran más significativas que las ideas no científicas porque se referían sólo a entidades empíricamente falsables [18]. Sin embargo esto también resultó ser un criterio problemático. En primer lugar, la falsabilidad resulta ser difícil de lograr. En segundo lugar, rara vez los compromisos básicos de las teorías son probados directamente a través de la predicción. En lugar de ello, las predicciones se producen cuando los compromisos teóricos fundamentales se conjugan con hipótesis auxiliares, y por lo tanto dejando abierta la posibilidad de que las hipótesis auxiliares, no compromisos básicos, son responsables de predicciones fallidas.

La mecánica de Newton, por ejemplo, asumió como su núcleo tres leyes del movimiento y la teoría de la gravitación universal. Sobre la base de estos, Newton hizo una serie de predicciones sobre las posiciones de los planetas en el sistema solar. Cuando las observaciones no pudieron corroborar algunas de sus predicciones, no rechazó sus supuestos básicos. En su lugar, se puso a mirar algunas de sus hipótesis auxiliares para explicar las discrepancias entre la teoría y la observación. Por ejemplo, examinó su hipótesis de trabajo de que los planetas eran perfectamente esféricos y estaban influenciados sólo por la fuerza gravitacional. Como Imre Lakatos ha demostrado, la negativa de Newton para rechazar su núcleo frente a anomalías le permitió perfeccionar su teoría y finalmente lo llevó a su tremendo éxito.[19] La negativa de Newton a aceptar resultados falsados no puso en tela de juicio el estatuto científico de su teoría gravitacional o sus tres leyes.

La función de hipótesis auxiliares en la evaluación científica sugiere que muchas teorías científicas, incluyendo aquellas propias de la denominada ciencia dura, pueden ser muy difíciles, si no imposible, de falsar de forma concluyente. Sin embargo, muchas teorías que han sido falsadas en la práctica por resolución unánime de la comunidad científica debieran calificar como científicas de acuerdo con el criterio de falsabilidad. Puesto que han sido falsadas es que que son obviamente falsables, y puesto a que son falsables estas parecen ser científicas. [20]

Y así ha sido en general con los criterios de demarcación. Muchas teorías que han sido rechazadas por razones probatorias expresan virtudes muy epistémicas y metodológicas (la capacidad de prueba, la falsabilidad, observabilidad, etc.) que han sido acusadas de caracterizar a la verdadera ciencia. Muchas teorías que se celebran en alta estima carecen de algunas de las características supuestamente necesarias y suficientes de la ciencia propiamente dicha. Como resultado, [21] con unas pocas excepciones [22] la mayoría de los filósofos de ciencia contemporaneos, con respecto a la pregunta "¿Qué métodos distinguen a la ciencia de la no ciencia?", consideran al asunto intratable y sin interés. Los filósofos de la ciencia se han dado cuenta cada vez más que la verdadera cuestión no es si una teoría es científica, sino más bien si es correcta o está justificada por la evidencia. Así, como Martin Eger ha resumido, "los argumentos de demarcación se han derrumbado. Los filósofos de la ciencia no sostienen de estos nunca más. Estos todavía pueden disfrutar de aceptación en el mundo popular, pero ese es un mundo diferente." [23]

"The Demise of the Demarcation Problem", como lo nomina Laudan, implica que el uso de argumentos demarcationistas positivistas por los evolucionistas se encuentra, al menos a primera vista, en un terreno muy resbaladizo. El análisis de Laudan sugiere que tales argumentos no son propensos a tener éxito en distinguir el estatus científico de la descendencia por encima del diseño o cualquier otra cosa de tal cuestión. Como Laudan dice, "Si pudiéramos estar de pie en el lado de la razón, debemos dejar términos como 'pseudo-ciencia.'... Estos hacen del trabajo sólo una cuestión de emociones para nosotros. " [24]

Si los filósofos de la ciencia como Laudan están en lo correcto, existe un estancamiento en nuestro análisis del diseño y la descendencia. Ninguno puede calificar automáticamente como ciencia; ni puede ser necesariamente descalificado tampoco. El mérito metodológico a priori del diseño y la descendencia es indistinguible si no existen criterios acordados por el cual juzgar sus méritos.

Sin embargo, careciendo de cualquier métrica definida, todavía no se puede decir que el diseño y la descendencia son metodológicamente equivalentes en cualquier sentido no trivial. Para hacer esta afirmación debemos comparar al diseño y la descendencia considerando algunas normas específicas. Consideremos ahora los argumentos de demarcación específicos que se han erigido en contra del diseño. Porque aunque los argumentos de demarcación han sido desacreditados por los filósofos de la ciencia en general, todavía disfrutan de un amplio reconocimiento en el ámbito científico y "mundo popular," [25] como la siguiente sección hará muy claro.


Autor: Stephen C. Meyer. Tiene un Ph. D. en historia y filosofía de la ciencia de Cambridge University. Es director del Centro de Cultura y Ciencia del Discovery Institute. 

Traductor: Daniel Alonso - Estudia Licenciatura en Ciencias Biológicas en la UNT, Argentina.

Fuente: http://www.discovery.org/a/2834


REFERENCIAS:

[12] James Ebert et al., Science and Creationism: A View from the National Academy of Science (Washington, D.C.: National Academy Press, 1987), p. 8. 

[13] L. Laudan, "The Demise of the Demarcation Problem," in But Is It Science? ed. M. Ruse (Buffalo, N.Y.: Prometheus Books, 1988), pp. 337-50. 

[14] Ibid.

[15] O. Gingerich, "The Galileo Affair," Scientific American, Agosto 1982, pp. 133-43. 

[16] Laudan, "Demise of the Demarcation Problem."

[17] Ibid. 

[18] Ibid. 

[19] I. Lakatos, "Falsification and the Methodology of Scientific Research Programmes," en Criticism and the Growth of Knowledge, ed. I. Lakatos and A. Musgrave (Cambridge, U.K.: Cambridge University Press, 1970), pp. 189-95. 

[20] Laudan, "Demise of the Demarcation Problem"; Laudan, "Science at the Bar," p. 354.

[21] Esta dependencia excesiva de una definición filosófica de ciencia para poder eludirse el trabajo de evaluar afirmaciones empíricas específicas, irónicamente le termina atribuyendo a la filosofía de la ciencia un poder mayor del que posee. Que tales apelaciones a consideraciones filosóficas sean hechas típicamente por científicos positivistas que consideran el llamado a la "filosofía" como un anatema, sólo agrava la ironía de la empresa demarcationista. Si hay alguna demarcación que deba ser realizada, esta se debe hacer por los filósofos de la ciencia, quienes se especializan en este tipo cuestiones acerca de la definición de la ciencia. Sin embargo, por razones ya indicadas, los filósofos de la ciencia han rechazado cada vez más esta empresa.

[22] La mayoría de quienes hacen estos argumentos demarcación son científicos practicantes. Sin embargo, se pueden encontrar con frecuencia en la obra del filósofo de la ciencia Michael Ruse: Darwinism Defended, pp. 59, 131-40, 322-24; "Creation Science Is Not Science," pp. 72-78; "Philosopher's Day in Court," pp. 13-38; "Witness Testimony Sheet," pp. 287-306, esp. 301; "They're Here!" p. 4; "Darwinism: Philosophical Preference," pp. 1-6.

[23] M. Eger, citado por J. Buell en "Broaden Science Curriculum," Dallas Morning News, Marzo 10, 1989.

[24] Laudan, "Demise of the Demarcation Problem," p. 349.

[25] Ruse, "Witness Testimony Sheet," pp. 287-306; W. R. Overton, "United States District Court Opinion: McLean v. Arkansas," en But Is It Science? ed. M. Ruse (Buffalo, N.Y.: Prometheus Books, 1988), pp. 307-31.